La existencia del jardín es tan antigua como la propia cultura. Está presente en las primeras civilizaciones y vinculado a todas las creencias trascendentes de la Humanidad.
Eva Iturbe – FUNCI
El Génesis ya recogía la tradición bíblica del Jardín del Edén, que se corresponde con el primer paraíso musulmán (“Salía del Edén un río que regaba el jardín, y de allí se partía en cuatro brazos […] en el centro se encontraba un manantial.” Génesis 2, 8 a 14) Dicho Edén, que no identificamos como jardín, sino más bien como el lugar que reserva Dios para los elegidos, fue creado para el disfrute eterno del ser humano.
En este sentido, los jardines islámicos tuvieron distintas funciones. Además de la estética, mostraban un marcado carácter práctico, y se destinaron a la aclimatación y cultivo de especies botánicas nuevas aptas, tanto para la función ornamental como para el aprovechamiento agrícola, económico, cosmético y medicinal.
Esta misma pauta se seguía en la concepción de los jardines del Antiguo Egipto, al parecer los más antiguos del mundo, como así nos hacen creer los planos encontrados y conservados.
Los jardines en Egipto tenían como objetivo principal proporcionar frescor y sombra en una tierra árida, carente de variedades de árboles y flores, como era la del reino de los faraones. Para ese fin, éstos importaban de otros países especies exóticas que aclimataban en los jardines privados de sus templos y palacios. Sabemos por antiguas escrituras que la reina Hatshepsut hizo traer una treintena de árboles de incienso y que Thutmotse III ordenó pintar en los muros del templo las especies que había importado desde Asia.
Jardines utilitarios
Estos lugares se encontraban cerrados por altos muros y se caracterizaban por ser rectilíneos y geométricos. Los egipcios no destacaron por tener jardines con grandes diseños; más bien eran de estilo utilitario, en el que todo lo que se cultivaba era de provecho y tenía una finalidad. En sus jardines no podían faltar los clásicos estanques rectangulares, por lo general centrales, que se alimentaban de canales de agua abastecidos por el Nilo y adornados con flores de loto (Nymphaea careluea), cuyas hojas flotantes proveían de sombra a los peces. También poseían papiros egipcios (Cyperus papyrus) y demás plantas acuáticas. Con frecuencia estos jardines tenían en sus estanques embarcaciones cubiertas, así como pérgolas emparradas y centrales, que servían para marcar y dar sombra a los principales senderos que comunicaban los jardines con las viviendas y palacios.
La forma de construcción se basaba en la división del espacio a ajardinar, y abundaba en formas angulares, ya consistieran éstas en rectángulos o cuadrados. Eran habituales los cuadrantes o parterres con ejes transversales y longitudinales en forma de crucero, siguiendo siempre una simetría. Esta técnica fue replicada posteriormente en la morfología de los jardines andalusíes.
En el campo egipcio la perspectiva se conseguía a través de franjas en torno a canales de riego que había que atravesar para el cultivo. Dichos canales partían del río Nilo. Como bien sabemos, los egipcios eran unos excelentes agricultores que aprovechaban las ricas y fértiles tierras llenas de limo que les dejaba el Nilo con las crecidas anuales. Esta civilización vivía en plena armonía con la naturaleza, respetándola y aprovechando todo lo que ésta le brindaba.
Posteriormente, con la expansión del islam a través del imperio Persa, Egipcio y Sirio, entre los siglos VII y VIII, los musulmanes aprendieron las técnicas de regadío, extracción y aprovechamiento del agua, muy desarrolladas por entonces en aquellas regiones, y las implantaron en los jardines islámicos, en general.
¿Qué cultivaba la civilización del Nilo?
En los jardines del Antiguo Egipto crecían hierbas y plantas aromáticas, plantas medicinales y especies comestibles como hortalizas y árboles frutales, de los cuales obtenían principalmente higos, dátiles y granadas. Aunque las especies botánicas también suponían una fuente de materia prima de la que se obtenían productos básicos y de primera necesidad destinados a la industria textil y a la fabricación de útiles cotidianos.
Entre las especies más emblemáticas de Egipto podemos mencionar la palmera datilera (Phoenix dactilyfera), que tenía un aprovechamiento completo, ya que de ella no solamente se obtenían los dulces dátiles. Con la savia se elaboraba además vino de palma, mientras que el tronco se empleaba para diferentes usos constructivos, y con las fibras se realizaban cestos y canastas.
El sicomoro (Ficus sycomorus), considerado como el árbol de la vida, estaba asociado a Isis (esposa de Osiris). Era muy valorado por su densa sombra, así como por sus frutos y su madera, que era utilizada para la elaboración de muebles y sarcófagos. Tanto la palmera como el sicomoro eran considerados sagrados y su tala estaba prohibida.
El papiro (Cyperus papyrus) era una planta que crecía en abundancia a orillas del Nilo, sobre los suelos húmedos y ricos que éste proveía. Representaba al Bajo Egipto, y a través de las técnicas de secado de sus tallos se elaboraban los famosos papiros para la escritura.
El granado (Punica granatum) daba un sabroso fruto con el que preparaban el clásico zumo de granada y un vino medicinal.
El loto egipcio, o loto azul (Nymphaea caerulea), flotaba a lo largo del Nilo con sus bellas y singulares flores. Los egipcios adoraban y veneraban la flor de loto, que abre su flor por la mañana y se cierra sobre sí misma durante la puesta de sol. Para los egipcios, el loto representaba el renacimiento. Todas las partes de esta planta, raíces, semillas, frutos y pétalos eran utilizadas con fines diversos, tanto alimenticios como estéticos y medicinales. Con esta planta, los egipcios confeccionaban arreglos florales que ofrecían a sus dioses, y decoraban sus templos y palacios. La flor de loto representaba al Alto Egipto.
La mandrágora (Mandragora officinarum), junto con la flor de loto, era una de las principales especies con propiedades alucinógenas, pues contiene un alcaloide, la atropina.
Con la pulpa de la palma de dum (Hyphaene thebaica) se elaboraban postres y pasteles. Nativa del valle del Nilo y de Sudán, en la tumba del faraón Tutankamon se hallaron 8 canastas con frutos de esta especie, de una antigüedad de 3000 años. Sabemos que su fruto era utilizado como ofrenda en los funerales. Sin embargo, los frutos del Tamarisco (Tamarix nilotica-articulata) no eran comestibles y se utilizaban como remedios medicinales para enfermedades oculares.
El olivo (Olea europea) se importó desde Asia Menor, Siria y Grecia, y tanto el árbol como su aceite eran muy apreciados y resultaban de gran utilidad. Para la elaboración aceite también se utilizaba el almendro (Prunus dulcis), que se considera fue importado desde Palestina.
El manzano (Malus sylvestris) era un árbol que solamente estaba al alcance de los faraones y la clase alta y privilegiada, ya que se daba en zonas de clima frío.
La ciruela egipcia (Cordia myxa) se utilizaba en la preparación de dulces, aunque cabe señalar que a través de su fermentación se obtenía además vino. Y hablando de vino, la viña trepadora (Vitis vinifera) era una de las especies más importantes; una planta totalmente utilitaria, con cuyos frutos los egipcios obtenían y elaboraban diferentes tipos de vino: blanco, tinto, superior y secundario, entre otros.
Tenemos constancia del cultivo de todas estas especies vegetales, tanto a través de las pinturas murales encontradas en las tumbas, como de los valiosos y numerosos documentos encontrados, los papiros. Asimismo, por los textos publicados de filósofos, botánicos e historiadores antiguos como Platón, Heródoto, Teofrasto, Plinio, Discórides y Prospero Alpini.
Fuentes: plantasyjardin.com
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