Hemos cambiado los olores del planeta

Antonio Martínez Ron – elDiario.es

Cuando pensamos en la comunicación entre los seres vivos en la naturaleza, nuestro sesgo humano nos trae a la mente la multitud de señales visuales y sonoras que se intercambian animales y plantas. Pero, debajo de esta capa más evidente, subyace una inmensa red de señales químicas que, aunque no vemos, regulan el funcionamiento de los ecosistemas.

En los últimos veinte años, el biólogo y director del Instituto Max Planck de Ecología Química, Bill Hansson, ha estudiado los mecanismos por los que se comunican insectos y plantas y ha comprobado de primera mano cómo la actividad humana está rompiendo estos delicados equilibrios. En su libro Cuestión de olfato (Crítica, 2023), Hansson detalla la importancia de los olores en la naturaleza y nos ofrece una fascinante revisión sobre el papel del olfato en la evolución. Nos atiende por videoconferencia desde su casa en Jonstorp, Suecia, antes de salir de pesca.

En su libro cita el Antropoceno, ¿hemos alterado también los olores del planeta?

Por supuesto. Cuando hablamos de los gases que estamos emitiendo, solo pensamos en el CO2 que está cambiando la temperatura y el clima, pero si piensas en el ozono [troposférico], verás que es uno de los mayores oxidantes. Eso significa que cambia todas las moléculas que tienen un doble enlace, lo que incluye todo lo que huele. Y eso es lo que hemos visto en muchos estudios. Acabamos de publicar un trabajo en el que describimos cómo los insectos no se encuentran entre ellos para aparearse por este motivo. Los machos ya no huelen como deberían e intentan aparearse entre sí, en lugar de con las hembras. Todo está siendo alterado porque las cosas ya no huelen a lo que deben y esto incluye el olor de las flores. Estamos cambiando el paisaje de olores de la Tierra y las cosas huelen diferente, eso está claro.

¿Se puede decir que el planeta huele ahora ‘a humanos’?

Bueno, a olores de origen antropogénico, porque nuestras actividades son las que cambian cómo huelen las cosas. Y, además, lo que emitimos a la atmósfera también huele, como el humo de los motores diésel o de las fábricas. Todo el planeta está cambiado su olor, igual que otras muchas cosas.

 

¿Cómo están engañando los plásticos flotantes al olfato de las aves marinas, por ejemplo?  

Los animales que viven en el océano y buscan pescado, como las aves, las focas y las ballenas, utilizan el olor del fitoplancton que es el dimetilsulfuro (DMS) porque es del que depende el resto de la cadena y les indica la presencia de alimento. Pero cuando toda esta enorme cantidad de plástico que ahora flota a la deriva se descompone, el gas que emite es precisamente este DMS. La consecuencia es que los animales creen que es un buen lugar para pescar, se encuentran con estos residuos y se los comen. Por eso aparecen tantas aves y peces con el estómago lleno de plástico.

 

Más que visual o auditiva, ¿la mayor parte de la comunicación entre seres vivos es químico-olfativa?

Para muchos animales, y también un poco para nosotros, el olor es muy importante. Para algunos, como los insectos, es una cuestión vital. Hay otro buen ejemplo de los efectos del Antropoceno; hemos hecho experimentos con hormigas que, como sabes, tienen un olor para cada hormiguero, y así es como se reconocen. Cuando regresan al nido, si no reconocen su olor, las otras las matan. Tomamos una hormiga de la colonia, la exponemos a ozono durante una hora y, cuando regresa, la matan, porque no huele como debe. Esto muestra que los cambios de olor tienen un profundo efecto en cómo los animales interactúan.

 

Cuando pensamos en comunicarnos con seres de otros planetas, siempre pensamos en términos visuales. ¿Deberíamos haber enviado un mensaje con olores en las sondas Voyager?

Somos demasiado visuales y nuestra imaginación es limitada respecto a los olores. Efectivamente, esas civilizaciones podrían comunicarse de forma molecular, mediante señales químicas, y eso podría significar cosas. Creo que tienes toda la razón, deberíamos haber enviado la colección de olores humanos en esa cápsula.

¿Qué olor le produce a usted el efecto magdalena de Proust?

Estaba en Atenas, en Grecia, en 1984. Hacía mucho calor y había cerca un mercado de donde salía un olor a carne ligeramente en descomposición. No pensé mucho en ello entonces, pero treinta años después estaba en mi universidad en Suecia un día muy caluroso, y percibí el olor exactamente igual, y de pronto estaba en aquel lugar de Atenas. Ni siquiera recordaba el sitio, pero fue como mágico, estaba delante de aquella carnicería, el típico momento Proust, con un olor ligeramente menos agradable. Lo interesante es que el olor activa recuerdos que no sabías ni que tenías. Activa la memoria visual, es realmente fascinante.

 

Cuenta usted en su libro que las moscas rechazan la fruta en mal estado detectando la geosmina, que también está en el olor a lluvia.

Esas moscas buscan que la fruta esté en un estado muy concreto, antes de empezar a pudrirse. Y con sus sistema olfativo pueden discriminar cuál es el estado perfecto, pero este olor — que es el mismo de la lluvia — se emite también por organismos que son venenosos y por eso lo evitan. Hay una línea en el cerebro de estas moscas para evitar ese olor. Si las células de su antena se activan, reciben la señal de “stop”, como si tú acercas la mano a algo muy caliente y la retiras instintivamente.

Hábleme de esas moscas que se curan una enfermedad equivalente al párkinson comiendo frutos que detectan gracias a su olfato.

Sí, es la mosca Drosophila seheilla, que se alimenta de unos frutos llamados nonis, que huelen a una mezcla entre queso gorgonzola y piña, una mezcla de ácidos muy rara. Y cuando empiezan a descomponerse es cuando se los come. Una de las cosas que ves en el laboratorio es que, si alimentas a estas moscas con la misma comida que les das al resto, les va extremadamente mal, ni siquiera pueden poner huevos. Pero si suplementas su dieta con esta fruta, se recuperan.

Empezamos a mirarlo y resulta que esta fruta contiene un montón de L-DOPA y las moscas tienen un problema genético: necesitan comer esta fruta — igual que nosotros debemos ingerir vitamina C y no la sintetizamos. Puede que durante la evolución, como solo se alimentaban de este fruto constantemente, ese gen para generar dopamina mutó y no pasó nada, porque las moscas recibían esta L-DOPA de su dieta. Y por eso, en parte, su sistema olfativo está totalmente enfocado en detectar esta fruta. Han sacrificado el resto del sistema, tienen una nariz especializada en detectar este olor entre gorgonzola y piña.

¿Podemos diferenciar el olor del sudor de una persona feliz del de una persona asustada? 

Sí, pero no somos buenos haciéndolo conscientemente. Inconscientemente, en cambio, podemos hacerlo, porque cuando te estresas tu olor es diferente. Es el caso de mi hija, por ejemplo, cuando empieza a oler a cebolla, sé que está estresada.

Siempre pensamos en perros entrenados para oler sustancias pero, ¿se puede entrenar a insectos?  

Utilizamos todo tipo de animales. También he escrito sobre la rata que ha ganado una medalla encontrando minas antipersona. El problema con los insectos es que viven muy poco tiempo. Hay una empresa en Francia que entrena a abejas para detectar TNT en los aeropuertos. Lo que hacen es darle un poco de azúcar cuando encuentran el explosivo y, después de dos o tres veces, las abejas ya sacan la lengua cuando están cerca y se anticipan. Así que pones tres abejas y un láser que detecta este movimiento de la lengua y te indica la presencia del TNT. El problema es que necesitas un suministro continuo de abejas. El ejército de Estados Unidos tiene algunos programas con insectos a través de DARPA y ha invertido mucho dinero. La idea es liberar enjambres de insectos y esperar a que se posen sobre lo que buscas.

Los olores se están usando como estrategia de control de insectos, ¿en qué consiste la técnica de empujar y apartar?

Es una historia asombrosa. Trabajando en África central, algunos especialistas vieron que el maíz, que se había traído de América, se convirtió en el alimento más importante, pero algunas especies de insectos locales aprendieron a comérselo y arrasaban las cosechas. Al final, tratando de “pensar como un insecto”, que es lo que yo le digo a mis estudiantes, buscaron aquel alimento que más les gustaba, con el que habían evolucionado, y era una hierba local. Olía tan bien para ellos, que si lo ponían alrededor de las cosechas, dejaban en paz el maíz. Y a la vez plantaron un tipo de judía entre el maíz que a los insectos los repelía. Así que empujaban y apartaban las plagas y recuperaron la producción sin ninguna química, solo conociendo a los insectos y plantando diferentes especies de plantas. Los habitantes de la zona, cerca del lago Victoria, han hecho incluso danzas para celebrar este sukuma-vuta (que es el nombre de la estrategia en suajili). Esto es la química ecológica y la ciencia del olor en acción, de la que cambia la vida de las personas.

Usted ha estudiado bien a las polillas, ¿cuántas moléculas puede detectar uno de estos insectos a distancia? 

Para hacerte una idea, es como si vertieras un paquete de azúcar en el mar Báltico y fueras capaz de darte cuenta de que está más dulce. Ese es el nivel de detección que tienen. En una muestra del tamaño de un terrón de azúcar las polillas son capaces de detectar entre una y diez moléculas, mientras que nosotros, para el compuesto que somos más sensibles, necesitamos 200 millones de moléculas para detectar un olor. Su olfato es millones de veces más sensible que el nuestro.

 

Como las anguilas o los salmones, estas especies tienen capacidades que no podemos ni imaginar, ¿no?

Es es nuestro problema: que no podemos imaginar el mundo olfativo de estos animales, porque nosotros no podemos hacer eso. Una de estas polillas macho puede estar a dos kilómetros de la hembra y detectar su olor, cuando la cantidad emitida por esta, en una hora, ocupa un punto de tipografía en una página impresa. Este olor viaja con el viento a una distancia de dos kilómetros y el macho lo puede detectar. Es fascinante y se escapa a nuestro entendimiento.

¿Puede que muchos de los experimentos que hacemos con animales no los estemos entendiendo precisamente porque su mundo es muy olfativo y diferente del nuestro?

Por supuesto. Y se nos olvida. Ya se ha visto que en algunos experimentos con ratones, si entra en el laboratorio gente diferente que huele distinto, cambian su comportamiento. Son cosas en las que no pensamos mucho. Y, de nuevo, es fruto de nuestras limitaciones a la hora de pensar fuera de la caja e imaginar el mundo mental de otros animales.

¿Cómo es eso de que un ratón tiene cuatro narices?

 

Porque todo en su vida depende de los olores. Así que tienen canales para diferentes tipos de olores, que detectan distintos tipos de moléculas. Como el que tienen en la punta de la nariz, que solo detecta olores de peligro, el olor de un gato, por ejemplo. Esa parte es solo para eso.

¿Qué es el “schreckstoff”?

Es un olor que ha sido identificado sobre todo en los peces. Se sabe que hay células especiales en su piel que cuando son dañadas por la mordedura de otro pez se disuelven en el agua y los otros peces que lo detectan, huyen. Porque se asustan. Pero también se ha demostrado que si se vierte esta sustancia en el agua, los peces cambian su morfología y se hacen más anchos para ser mas difíciles de comer por el pez más grande. Es un efecto asombroso de estos compuestos.

¿Qué mecanismo explica que algunas flores terminen oliendo a cadáver?

Rafflesia arnoldii.
En los insectos hay dos impulsos irresistibles. Para el macho, el de encontrar a la hembra. Para la hembra, buscar un lugar donde poner los huevos, porque es esencial ponerlos antes de morir para que haya otra generación. Y esto puede ser aprovechado por otros. Hay plantas que emiten moléculas que imitan las feromonas del sexo para atraer a los polinizadores y otras que imitan la señal que les atrae para poner los huevos. En el caso de las flores con olor a cadáver, las plantas aprovechan este mecanismo y obtienen la polinización sin ofrecer nada, las moscas no obtienen néctar a cambio. Les sale gratis.

 

¿La ciencia debería poner el sentido del olfato en primer plano?

Somos una interrelación entre lo que vemos, oímos y olemos. Todo es fruto de la mezcla de estímulos y es interesante saber que en algunas culturas el olor es tan importante que tienen palabras especiales para los olores. Nosotros tenemos palabras para colores, pero no para los olores. Siempre hablamos de olor a vainilla o a plátano, por comparación. Hay un grupo en Malasia, los jahai, que tienen una palabra específica para el ‘olor a pis de tigre’. Porque para ellos es importante saber por dónde han pasado.

 

¿Entonces el olor es más importante en nuestras vidas de lo que pensamos?

Sin duda, aunque hay pocos olores que reconozcamos conscientemente y muchos que son muy potentes pero de los que no somos conscientes. Todo estos olores que producimos y los que nos ponemos encima, son nuestra identidad. Construyes una identidad con los olores que eliges porque te gustan, el olor es muy importante para la interacción entre las personas.

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