Desde el año 2007, una veintena de países de África están promoviendo una ambiciosa iniciativa de reforestación: la construcción de una franja natural de 8.000 km de largo que atraviese el continente. Se trata de un importante proyecto para la sostenibilidad del continente (así como del propio Planeta) y la iniciativa panafricana más relevante del momento.
Esta acción fue impulsada en el año 2007 por la Unión Africana con el objetivo de abordar el grave problema de deforestación y aridez al que se enfrenta el continente africano. Este se había hecho evidente a lo largo de los años 1984-1985, cuando una fuerte sequía azotó la región, desertificando la zona geográfica del Sahel, lo que acabó con las prácticas ganaderas y desencadenó una oleada de hambruna y de movimientos migratorios hacia el Sur. La crisis medioambiental y humanitaria puso en evidencia, no solamente los riesgos climáticos para la región, sino el mal uso de la tierra por parte de los gobiernos locales, caracterizado por la sobreexplotación y la ausencia de modelos sostenibles.
A pesar del mayor grado de sensibilización que provocó esta crisis, tres décadas más tarde, en 2018, se constataba una evidencia escalofriante: el desierto del Sáhara, el más grande del mundo y que desemboca en la región del Sahel, había aumentado su extensión un 10% desde el año 1920.
La crisis medioambiental y humanitaria puso en evidencia, no solamente los riesgos climáticos para la región, sino el mal uso de la tierra por parte de los gobiernos locales, caracterizado por la sobreexplotación y la ausencia de modelos sostenibles.
Ambos acontecimientos subrayan el riesgo para la seguridad humana, alimentaria e hídrica al que está expuesto la población regional. También destaca otras consecuencias, como el aumento de los flujos migratorios y la cifra e intensidad de los conflictos que asolan la región y se recrudecen a medida que se reduce el acceso a los recursos naturales de la zona. Sin embargo, a pesar de lo concentrado de esta información, sería ingenuo considerar que este deterioro climático afecta solo a la región, sin comprender que se expresa de manera global a través de otros fenómenos como el aumento de las temperaturas, el aumento de los niveles del mar y la intensificación de los desastres meteorológicos, entre muchos otros factores. Es más, las propias consecuencias sociales y políticas propiciadas por el deterioro medioambiental de la región del Sáhara-Sahel adquieren carácter global y afectan a las regiones y continentes colindantes.
Una Muralla de protección y crecimiento
La iniciativa fue concebida en 2005 por Senegal y recogida por la activista keniata y ganadora de un premio Nobel de la Paz Wangari Maathai, quien, a finales de los años 70, había creado el “Movimiento Cinturón Verde” para plantar más de 30 millones de árboles en Kenia. En 2007, la iniciativa fue auspiciada por la Unión Africana, con el compromiso de 11 países del continente, aunque la cifra de países africanos involucrados ha ascendido hasta alcanzar la veintena (casi la mitad de los países que componen el continente) y lograr el apoyo de otras organizaciones internacionales, convirtiéndose así en una importante expresión panafricana. Igualmente, aunque inicialmente fue concebido como un proyecto de reforestación de la región, la iniciativa ha ampliado sus objetivos hasta englobar una panoplia de metas, con vistas a paliar las deficiencias medioambientales y humanas que han conducido al deterioro de la región.
La iniciativa fue concebida en 2005 por Senegal, y recogida por la activista keniata y ganadora de un premio Nobel de la Paz Wangari Maathai, quien, a finales de los años 70, había creado el “Movimiento Cinturón Verde” para plantar más de 30 millones de árboles en Kenia.
La Gran Muralla Verde consistirá en un muro vegetal de 8.000 km de largo y 15 km de anchura, que atraviese el continente africano, desde Dakar hasta Djibouti, delimitando el desierto del Sáhara y evitando su expansión, además de proteger a los países de los embates del viento y la arena. Su plantación implicará la restauración de 100 millones de hectáreas de tierra degradada, y conducirá a la creación de una nueva maravilla natural, y a la estructura viva más grande del planeta.
Asimismo, este proyecto de reforestación fomentará el desarrollo de la agricultura y la creación de empleo, persiguiendo, además, un cambio de conciencia local y una mayor sensibilización con el medio ambiente y los medios de cultivo.
En concreto, y enmarcada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por la ONU para el año 2030, la iniciativa persigue apoyar a las comunidades locales, a través de:
- El crecimiento de tierra fértil.
- El surgimiento de oportunidades económicas, mediante la creación de 10 millones de empleos, ecológicamente sostenibles y con la vista puesta en la población más joven.
- El desarrollo de la seguridad alimentaria.
- La lucha contra el calentamiento global.
Como recoge la página web oficial de esta iniciativa:
“La Gran Muralla Verde no es únicamente para el Sahel. Es un símbolo global de la humanidad superando su mayor amenaza, la rápida degradación del medio ambiente.
[La iniciativa] muestra que si colaboramos con la naturaleza, incluso en lugares tan desafiantes como el Sahel, podemos superar la adversidad y construir un mundo mejor para las generaciones que están por llegar.”
Un proyecto en crecimiento
Hasta la actualidad, el proyecto ha cubierto un 15% de la extensión perseguida. De acuerdo con los registros presentados por Naciones Unidas, hasta el momento, la iniciativa ha conducido a la plantación de 5.500 millones de plantas en Etiopía; 18 millones de árboles en Senegal; 8 millones de árboles en Nigeria; 16 millones en Burkina Faso; 135.000 plantas en Mai; 129 millones de árboles en Eritrea y 146 millones de árboles en Níger.
Una de las cuestiones más delicadas del proyecto ha sido la elección de las especies que plantar a lo largo del continente. Esta elección es crucial para el éxito del proyecto, ya que debe asegurarse su adecuación a la aridez del terreno, la cantidad de agua disponible y la diversidad vegetal y animal, así como los cuidados necesarios y el compromiso de la población local. Entre las especies más utilizadas, caracterizadas por su capacidad de resiliencia y adaptación a una zona de condiciones extremas como es el Sahel, destaca la palmera datilera del desierto (Balanites aegyptiaca), las Acacias (Acacia senegal, Acacia seyal) y los azofaifos (Ziziphus mauritiana).
La siguiente tabla recoge los avances logrados por la Gran Muralla Verde en hectáreas:
Los avances de este proyecto fueron recogidos en un impactante documental publicado en el 2019, dirigido por el director Fernando Meirelles (Ciudad de Dios) y de la mano de la cantante maliense Inna Modja. El documental muestra el viaje de esta cantante a través de la región del Sahel, dando cuenta de la transformación ecológica que los países afectados están experimentando y recogiendo los testimonios de las comunidades involucradas en su desarrollo.
Durante la última década, esta iniciativa ha logrado el apoyo de un cada vez mayor número de países y organismos internacionales, como son el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la FAO, el Banco Mundial y la Unión Europea. Asimismo, en 2015, los países participantes de la XXI Conferencia Internacional por el Cambio Climático (COP21) se comprometieron a apoyar la iniciativa y contribuir con 4.000 millones anuales durante los siguientes cinco años.
Esperamos que el aumento del número de apoyos y contribuciones, y el creciente número de países involucrados contribuyan al éxito de este proyecto, con una destacable magnitud transformadora para la región.
Alfonso Casani – FUNCI
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