En Med-O-Med somos conscientes de la importancia de la fauna, no solamente como factor de biodiversidad de nuestro planeta, sino como complemento y parte viva del paisaje. Tampoco nos cansamos de recordar la relación del Islam con la naturaleza, y en este caso con los animales, y su reconocimiento como seres poseedores de derechos inalienables.
Desde un punto de vista contemporáneo observamos cómo la Liga Internacional de los Derechos del Animal reconocía en 1977 la Declaración Universal de los Derechos de los Animales. Esta declaración fue reconocida poco después, aunque de forma no vinculante, por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y, en concreto, por la UNESCO. Esto garantizaba no solamente la protección de los animales -esos seres que no tienen voz para quejarse de la barbarie humana-, sino que realzaba la importancia de su presencia en nuestras vidas.
Sin embargo, vemos que el Islam, dieciséis siglos antes, estipulaba no solamente esos derechos, sino que otorga a los animales el estatuto de ser vivo a la misma altura que el resto de los seres de la Creación, humanos incluidos:
«No hay animal en la tierra, ni ave que vuele con sus alas, que no constituya comunidades como vosotros. No hemos descuidado nada en la Escritura. Luego serán congregados hacia su Señor». Corán, Sura de los rebaños, 38.
Los animales son susceptibles incluso de participar de cierta forma de espiritualidad. Como dice el Corán, «hasta la aves con sus alas desplegadas tienen su forma de orar».
«No hay animal en la tierra, ni ave que vuele con sus alas, que no constituya comunidades como vosotros. No hemos descuidado nada en la Escritura. Luego serán congregados hacia su Señor». Corán, Sura de los rebaños, 38.
Reflexión y grandeza divina
El Libro Sagrado les concede gran importancia en la vida de la comunidad, como ejemplo de reflexión de la grandeza divina, y de gratitud por la utilidad que encierran. El Islam, a través de su Profeta, insta a respetar de forma inequívoca a los animales mediante un trato compasivo. Son muy numerosas las tradiciones, o hadices referidos al Mensajero de Allah, que aluden a sus derechos. Así, en una ocasión el Profeta entró en un huerto donde observó a un camello desnutrido. Cuando éste vio al Mensajero gimió y derramó lágrimas. Muhammad (s.a.w.s) se acercó al camello y lo acarició, tranquilizándole, para después reprender duramente a su dueño por el maltrato. Del mismo modo prohibió que se usaran las cabalgaduras «a modo de sillas sobre las cuales ponerse a conversar en las calles y mercados». «Puede que la cabalgadura sea mejor que su jinete», aseveró. Una declaración totalmente revolucionaria para la época, en la que hasta hacía poco incluso los seres humanos eran bienes heredables. Es más, el Profeta del Islam afirmó que los animales tendrían la oportunidad de quejarse ante su Creador en el Día del Juicio por el maltrato recibido.
Esta misericordia se perpetuó, como no podía ser menos, durante el gobierno de los primeros califas. Así, Bujari y Muslim narran que Ibn Umar pasó en una ocasión junto a unos jóvenes de Quraysh que estaban usando un pájaro como blanco para disparar sus flechas, a modo de entretenimiento. Cuando vieron a Ibn Umar se dispersaron. Este exclamó «¿Quién hizo esto? ¡Que Allah maldiga a quien haya hecho esto, porque el Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones sean con él, maldijo a quien toma a cualquier ser viviente como blanco!» En realidad, el cuidado de las aves aún se practica en Turquía, donde el Waqf (fondo islámico caritativo) destina recursos anuales para alimentar a las aves silvestres en sus hábitats naturales durante las épocas de nevada. Estos y muchos otros elementos nos permiten afirmar que el derecho animal nació en el Islam en el siglo VII, y que, más allá de la compasión obligada, la conservación de la diversidad fáunica es un deber inequívoco para la comunidad islámica.
Cherif Abderrahman Jah. Presidente de la Fundación de Cultura Islámica
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