Uno de los frutales que se vio envuelto durante siglos en un halo especial -malévolo en este caso- era el naranjo amargo. El propio geópono al-Tignari habla de él como portador de malos augurios. Esta nefasta reputación se hará especialmente patente cuando, durante los reinos de taifas del siglo XI, diversos reyes deciden cultivarlo, siendo víctimas, acto seguido, de las más duras derrotas y desgracias atribuidas todas al maleficio de estos pobres árboles frutales cuya flor embelesaba por su dulce fragancia. Cabe pensar que su reputación se arrastró a lo largo de siglos, puesto que el propio sociólogo tunecino de los ss.XIV-XV, el célebre Ibn Jaldún, dice al respecto:
“La ciudad en la que se plante recibirá la advertencia de su próxima ruina”.
Del libro La Cocina de al-Andalus. Inés Eléxpuru, Alianza Editorial, Madrid 1994.
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