Situada en la ladera sur de Sierra Nevada, con las Sierras de Lújar, Contraviesa y Gádor, y los ríos Guadalfeo y Andarax, La Alpujarra desciende desde los picos hasta la costa, desde la nieve hasta el desierto, desde los bellos pueblos blancos hasta los mares de plástico. La Alpujarra es fruto del agua guiada por el hombre para esculpir un paraíso.
Acequias, filtraciones, riachuelos, saltos de agua y fuentes fueron creados como venas en un cuerpo para dar de beber a la comarca. El sistema de riego entretiene durante meses el líquido elemento, que se derrite en los picos y busca el mar. Suena el agua, huele a azahar y ascienden las terrazas en bancales y acequias. A veces están en ruinas.
Impronta mora
La impronta mora está viva en una comarca dividida entre Granada y Almería. Los cristianos, tras la expulsión morisca por Felipe II en 1571, trajeron también sus costumbres pero aprendieron el modo de vida de los antiguos pobladores. La Alpujarra de hoy también es fruto de la emigración, de la revolución minera en la comarca, de los cultivos bajo plástico de la costa; de los nuevos pobladores europeos que vienen con el sueño de vivir una utopía y algunos lo consiguen.
Suena el agua, huele a azahar y ascienden las terrazas en bancales y acequias. A veces están en ruinas.
Hoy es día de mercado en Órgiva, gente de todo el mundo compra y vende frutas, masajes y ropas junto a los alpujarreños de siempre. El sonido del agua es la herencia, la memoria de la tierra y la clave del paraíso.
Texto: Elena García Quevedo.
Fotos: Carlos Pérez Morales.
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