Reproducimos el siguiente artículo publicado por Fundación Al Fanar en conmemoración de la Nakba, la expulsión de la población palestina de su territorio ocurrida en 1948 como consecuencia de la creación del Estado de Israel. El afirma Al Fanar, el artículo reflexiona sobre una arista más de la lucha palestina contra la ocupación israelí: la lucha por la soberanía alimenticia. (Foto: David Silverman / Getty Images)
El vídeo abre con imágenes de hileras de hortalizas soleadas, un par de manos cuidadosamente seleccionan verduras, una hermosa ensalada frondosa y trabajadores compartiendo una comida. Una mujer joven, Yara Dowani, está enseñando la granja que, con apoyo comunitario, proporciona verduras orgánicas a alrededor de 25 familias. Mientras ella describe cómo funcionan los talleres colectivos sobre el cultivo y la construcción natural, el ojo del espectador se ve atraído por los blancos edificios modernos detrás de ella. Son parte de Modiin Illit, uno de los asentamientos ilegales más grandes de la ocupada Cisjordania. La granja que gestiona Dowani, Om Sleiman, está en Bilín, al oeste de Ramala, un pueblo conocido por sus manifestaciones semanales contra el muro de separación de Israel, capturado en el premiado documental Cinco cámaras rotas.
Una lucha asimétrica lleva décadas librándose entre las predominantes corporaciones mundiales de alimentos y los movimientos internacionales sociales exigiendo la soberanía alimentaria, definida por la coalición internacional campesina, La Vía Campesina, como «el derecho de pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos a través de métodos ecológicamente sólidos y sostenibles y su derecho a definir sus sistemas alimentarios y agrícolas».
Hoy en día, con el problema urgente del cambio climático, junto con dos años de una pandemia mundial, la gente está examinando más a fondo las prácticas agrícolas industrializadas como uno de los mayores contribuyentes no solamente al cambio climático, sino también a la inseguridad alimentaria mundial, con los países más pobres viendo fuertes aumentos en los precios de los alimentos.
Todos estos son problemas conocidos por los palestinos que vivien en Cisjordania, quienes padecen una brutal ocupación bien documentada por Amnistía Internacional en un informe de 280 páginas de febrero de 2022 titulado El apartheid de Israel contra los palestinos: Sistema cruel de dominación y crimen contra la humanidad. Un estudio específico de agricultura a pequeña escala en los territorios palestinos presentado a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2019 encontró que «la ocupación israelí es el impulsor único más importante de la inseguridad alimentaria y nutricional [en Palestina]».
[…]Un espacio social y ecológico en Bilín
Yara Dowani creció en Jerusalén, pero se dedicó a la agricultura tras tomar un curso sobre la permacultura en Cisjordania, que «me llevó lejos para siempre», dijo. Después de trabajar en granjas en España, estudió plantas perennes silvestres y contribuyó a escribir un libro sobre plantas comestibles palestinas editado por Omar Tesdell, que se centra en la transformación agroecológica y del paisaje en la Universidad Birzeit en Ramala. En 2018, se trasladó a la granja Om Sleiman, fundada en 2016 por Mohammad Abu Jayyab y Muhab Alami, bajo un terreno ofrecido por Abu Alaa Mansur, vecino de Bilín. En ese terreno, intentaron crear un espacio social, ecológico y económico donde trabajaban con granjeros y consumidores, aldeanos y residentes urbanos.
El terreno de Bilín es seco y rocoso. Además, está en Zona C, una de las tres divisiones administrativas creadas en los Acuerdos de Oslo de 1995. Zona C contiene 63 por ciento del terreno de la ocupada Cisjordania y está bajo completo control civil y de seguridad israelí. También es donde están ubicados los asentamientos israelíes ilegales. La escasez de agua es un problema grave: según la Naciones Unidas, el acceso palestino per cápita al agua en los territorios palestinos ocupados está por debajo del nivel recomendado internacionalmente de 100 litros. Israel controla el 85 por ciento de las fuentes palestinas de agua y aunque la mayoría del agua se origina en Cisjordania, a granjeros palestinos se les niega el derecho de excavar pozos, y permisos para cualquier otro tipo de construcción se rechazan con regularidad.
Ya que no puedes tener tu propio pozo, dice Dowani, los granjeros a veces usan el método «baal, que es una asombrosa técnica de secano. Puedes plantar todos tus tomates, sandías o pepinos en marzo, cuando el suelo sigue húmedo, y no regarlos nunca».
Pero esta forma antigua del cultivo — la palabra viene del dios cananeo de la fertilidad y la destrucción que era adorado durante años de sequía con la esperanza de lluvia — se ha vuelto más difícil con el cambio climático por las temporadas irregulares de precipitaciones. El terreno tiene que ser arado múltiples veces antes de ser plantado, y esto tiene que ocurrir en un momento concreto cuando el suelo está húmedo de la lluvia, pero no demasiado, dice Dowani, pero esto encaja en el dicho de «cómo convertir los problemas en soluciones».
[…]Sari Juri (Khoury en transcripción anglófona), fundador de la marca de vino Philokalia que comenzó a producirse en 2018, utiliza vides no injertadas, nativas de Belén, aplicando el método baal. Además, aprovecha la sabiduría y el conocimiento de una generación mayor, trabajando con varios granjeros de más de 70 años.
[…]Desarrollo económico bajo la ocupación
Los controles, el ejército, los cierres, los colonos, los impuestos, la burocracia y el alto coste de producción son obstáculos, dice Jury, «pero necesitamos intentar ser creativos sí o sí, sin importar la situación en la que vivimos. Necesitamos trabajar en cosas que están a nuestro alcance y pensar en qué significa ser palestino y a dónde estamos intentando ir».
[…]Según la Campaña Popular Palestina contra el Muro del Apartheid, una coalición de organizaciones no gubernamentales palestinas, en 2020 soldados y colonos israelís arrancaron y quemaron más de 8.400 árboles, como parte de una serie continuada de ataques contra tierras cultivables palestinas. Ya entre 2000 y 2006, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo había denunciado que Israel arrancó un millón de árboles en Gaza y aproximadamente 600.000 en Cisjordania.
[…]En el escaso tiempo libre que tiene, Dowani trabaja como voluntaria con un grupo llamado Sharaka, parte del movimiento de slow food, que conecta consumidores directamente con productores locales. En la primavera y el verano Sharaka organiza mercados semanalmente.
[…]La artista visual basada en Berlín, Yumana (Jumana en transcripción anglófona) Manna, creció en Jerusalén Este, donde sus padres siempre han recolectado delicias como akkub (cardo), zaatar (tomillo), hindbeh (diente de león), o halayún (espárragos trigueros), todas utilizadas ampliamente en la cocina palestina.
Pero recoger zaatar, akkub y miramiyyeh (salvia) se convirtió en delito sancionable con multas y hasta tres años de cárcel, empezando con zaatar en 1977, cuando la Agencia para la Protección de la Naturaleza Israelí decidió calificarla como especie protegida.
La nueva película de Manna, «Foragers» (recolectores) que se salió en marzo, examina el efecto de la prohibición de la recogida de akkub y zaatar en la cocina en hogares palestinos.
[…]Cocineros palestinos, también, han estado jugando su papel importante en apoyar a los granjeros palestinos, porque como dice Fadi Kattan, basado en Belén, «Sin ellos, los cocineros y la gente gourmet no existen». Kattan utiliza productos palestinos y está trabajando en modernizar cocina palestina mientras admite: «mi cocina desaparecerá, pero la de mi abuela no». Su restaurante Fawda ha estado cerrado durante la pandemia, pero entretanto, él ha trabajado en un podcast llamado Sabah Al Yasmine y una serie web llamada Teta’s kitchen. Ambos educan e informan sobre la cocina palestina. También va a abrir un restaurante palestino en Londres llamado Akub, nombrado en honor a la muy amada y buscada planta silvestre. No le interesa, dice, participar en la polémica sobre si el humus es o no israelí, «quiero hablar sobre mansaf y frikah. Quiero celebrar nuestros productos», defiende.
Abufarha está de acuerdo: «necesitamos preservar nuestra cultura que nos ha mantenido hasta ahora. Si preservamos nuestra integridad con nuestra tierra, preservamos nuestra unidad cultural y societaria y permanecemos firmes».
Tanto a Abufarha como a Kattan les gustaría vincular la cocina y la agricultura con el territorio palestino, registrando origen y procedencia.
Claramente, la comunidad palestina, ya sea en la ocupada Cisjordania, dentro de las fronteras israelíes o en la diáspora, está trabajando en preservar y revivir prácticas agrícolas ancestrales y el cultivo sostenible como camino hacia una mayor soberanía alimentaria.
«La gente que está cometida a este movimiento y estilo de vida no está cumpliendo un motivo económico o tendencial», dice Yara Dowani. «Es más profundo, es resistencia. …Alrededor del mundo la gente quiere tener una comunidad y vivir de forma autosuficiente. Esta es la parte romántica. Para hacerlo realidad tienes que estar en el terreno y sacrificar mucho. La granja es tu hogar y pasas 12 horas al día trabajando en ella … Pero es social y político, y si estoy aquí, es porque no hay nada que preferiría hacer».
Artículo traducido por Bethany Sullivan
Fuente original: Newlines Magazine
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