Un entorno natural en plena urbe madrileña y unos participantes pequeños pero exigentes fueron los ingredientes perfectos para una mañana de actividades creativas, educativas y sobre todo, divertidas, en el Huerto Comunitario Magerit. Hasta allí llevamos algunas de las plantas andalusíes más conocidas para que, a través de sus aromas y propiedades, los niños y niñas se acercasen un poco más a la cultura islámica y al pasado andalusí de su ciudad mediante la actividad Cuentos con olor a Mayrit.
Desde la Fundación de Cultura Islámica (FUNCI), y a través de proyectos como Med-O-Med y el Centro de Estudios sobre el Madrid Islámico (CEMI), siempre hemos querido transmitir la importancia del patrimonio natural, botánico e inmaterial andalusí con acciones como nuestra exposición Los aromas de al-Ándalus o la reciente actividad Aromas de Mayrit, realizada también en el Huerto Comunitario Magerit.
El taller «Cuentos con olor a Mayrit» contó con diferentes actividades durante las cuales los pequeños pudieron conocer las plantas andalusíes mediante todos sus sentidos.
En esta ocasión, el taller Cuentos con olor a Mayrit, dirigido a niños y niñas de entre tres y cinco años, contó con diferentes actividades durante las cuales los pequeños pudieron conocer las plantas andalusíes mediante todos sus sentidos.
El hilo conductor de la actividad fue un cuentacuentos a lo largo del cual pudieron experimentar las mismas sensaciones que el protagonista de la historia, a la vez que aprendían qué aspecto, tacto y por supuesto, aroma, tienen las especies de las que se hablaba. Desde menta, azahar y canela, hasta laurel, limón y rosas, pasando por romero, tomillo o lavanda. Con todas estas especies botánicas fragantes se pudieron familiarizar los niños y niñas mientras fabricaban pequeños saquitos aromáticos, hacían dibujos con las propias hojas de la planta o comparaban sus diferentes olores.
Especies botánicas fragantes
En los jardines y huertos andalusíes, los árboles de frutas fragantes, como el naranjo o el limonero, y las plantas aromáticas, eran imprescindibles. A ningún buen historiador le pasa desapercibida la gran importancia que tuvieron estos productos, sabrosos en las cocinas, espirituales en las mezquitas, populares en los zocos y señoriales en los palacios.
Una de estas especies indispensables en cualquier cocina andalusí, al igual que en la mayoría de las cocinas actuales, es el laurel (gār o rand), un árbol leñoso que puede alcanzar los 15 metros de altura y cuyas hojas, muy aromáticas y con estrías, están vinculadas desde la Antigüedad clásica a los cultos al dios Apolo. El laurel es citado en casi todos los tratados de agricultura andalusíes y también en obras médicas.
En los jardines y huertos andalusíes, los árboles de frutas aromáticas, como el naranjo o el limonero, y las plantas aromáticas, eran imprescindibles.
Otro árbol esencial en la cultura andalusí fue el limonero (laymūn), que, según los geógrafos árabes, procede del noreste de la India y fue exportado a Omán, alcanzando a continuación Iraq, Siria, Palestina, Egipto y el Magreb. Del limonero decían los geóponos que no se debía plantar junto a los naranjos, ya que los perjudicaban con su fuerte aroma.
El naranjo amargo (nārānŷ), por su parte, fue introducido por los árabes en al-Ándalus quizá a finales del siglo X, y desde entonces ha embellecido y perfumado con sus flores de azahar y sus dorados frutos los patios de la mayor parte de las mezquitas, como sucede con la almohade de Sevilla. La flor del naranjo se destilaba abundantemente para fabricar agua de azahar, muy utilizada por los andalusíes en la elaboración de dulces y bebidas.
También de gran tamaño puede llegar a ser el árbol de la canela (quirfa), originario de la isla de Ceilán. En al-Ándalus, donde no se llegó a aclimatar, su corteza se empleaba en la cocina, tanto en guisos, como en la elaboración de dulces, infusiones y jarabes. Según el médico Ibn Zuhr (Avenzoar), la canela era un excelente tónico estomacal.
Hierbas aromáticas y flores
En lo que respecta a las plantas aromáticas, muy usadas en al-Ándalus, la menta (fawdanaŷ) se utilizaba principalmente en jarabes y tisanas para remedios médicos. Se cultivaba en huertos y jardines como los de Madinat az-Zahra, aunque parece ser que algunas variedades crecían silvestres a orillas de los ríos.
El romero (kalil), por su parte, es un arbusto muy apreciado en la culinaria y la farmacopea andalusíes. Al médico árabe Avicena (Ibn Sina, s. XI) se le atribuye el empleo del conocimiento de su flor con aceite, como bálsamo eficaz contra todos los males.
También muy extendido en su variedad silvestre fue el tomillo (sa‘tar al-siwā), una matilla muy aromática que se utilizaba para conservar determinados alimentos como las aceitunas, y, mezclado con miel y agua, como jarabe dulce muy valorado por los andalusíes.
El último grupo de especies fragantes con el que trabajamos en el taller Cuentos con olor a Mayrit se caracteriza, además de por su olor, por sus llamativas flores que le añaden el valor decorativo. Hablamos de la lavanda, el rosal y el jazmín. La lavanda, o alhucema (al-juzāmā), debió crecer con profusión como planta silvestre en tierras de al-Ándalus y, según Ibn al-‘Awwām, con florecillas de un color azul claro. El mismo autor dice en su Libro de Agricultura, que los persas la cultivaban en abundancia porque, según aseveraban, contemplando su flor el ánimo se alegra y se acaba la tristeza.
«El legado andalusí no solo ha dejado su constancia en las manifestaciones artísticas, lingüísticas, musicales, poéticas, agrícolas o tecnológicas. Ha calado también en un mundo impalpable como es el de los sentidos». Cherif Abderrahman Jah.
El jazmín (yāsamīn), por su parte, fue muy estimado en al-Ándalus por el excelente aroma de sus flores. Se utilizaba no solamente como planta ornamental en los jardines, sino contra todo tipo de dolores, así como para fabricar aceites y perfumes. Su cultivo y sus diferentes especies y variedades fueron ampliamente estudiados en los tratados de agricultura. Por último, el rosal (ward) fue muy utilizado en al-Ándalus mediante la técnica de injertos, la cual hizo aumentar las variedades de rosas hasta lo inimaginable.
«El legado andalusí no solo ha dejado su constancia en las manifestaciones artísticas, lingüísticas, musicales, poéticas, agrícolas o tecnológicas. Ha calado también en un mundo impalpable como es el de los sentidos». Estas palabras de nuestro presidente, Cherif Abderrahman Jah, introducen su libro Los aromas de al-Ándalus, y es precisamente en este “mundo de los sentidos” en el que hemos querido trabajar con los pequeños en esta actividad, en colaboración con la Asociación La Rueca y la Asociación el Olivar, para que se acercaran al pasado de la ciudad de Madrid, no solamente a través de la historia escrita o visual, sino también de la sensorial.
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