Kuwait es un laboratorio para el activismo ambiental en la tierra del oro negro, pero con reservas: en el Golfo Pérsico se aborrece el estilo de Greta Thunberg, prefieren el consenso.
Sebastian Castelier – elDiario.es
Con la Cumbre Mundial del Clima haciendo escala en Dubái, en el corazón de la región que simboliza la era del petróleo, las élites de las petromonarquías aprovechan para pronunciar discursos de buenas intenciones. Los activistas ecologistas tendrán muy pocas opciones de expresar sus ideas ante los poderosos. Los Emiratos Árabes Unidos, al igual que la mayoría de los países del Golfo, prohíben cualquier manifestación no autorizada, y los activistas son invitados a “reunirse pacíficamente” en las zonas designadas.
Este comportamiento es el reflejo del posicionamiento de los países de la región ante el activismo: enmarcado de forma muy estricta en un contexto que deciden las autoridades locales para asegurarse de que el mensaje de la protección del medio ambiente no se salga de sus objetivos estratégicos. Por ejemplo, promover el reciclaje para evitar el debate sobre un mundo que se aleje de los plásticos fabricados a partir de combustibles fósiles. En esta región autoritaria, Kuwait es una excepción. Al ser un régimen semidemocrático, el país permite algo más de margen al movimiento ambiental, que se organiza y toma forma de una manera real, más libre para defender las causas que el propio movimiento elige, sin órdenes.
“Soluciones sin alarmismo”
Frente al apoyo sin fisuras de la población al petróleo, los kuwaitíes sensibles a las cuestiones ambientales luchan por hacerse oír, en un contexto sociocultural que hace inaudible el colorido activismo propio de Greta Thunberg. “Tenemos que asegurarnos de que nuestro activismo habla al público local. Los kuwaitíes quieren soluciones, no alarmismos”, explica Jassim Al Awadhi, fundador de Kuwait Commute.
Tenemos que asegurarnos de que nuestro activismo habla al público local. Los kuwaitíes quieren soluciones, no alarmismos.
Jassim Al Awadhi — Fundador de Kuwait Commute
Esta iniciativa aboga por alternativas a un parque automovilístico estimado en 445 coches por cada 1.000 habitantes, a pesar de que la mayoría de los trabajadores extranjeros, que constituye el 70% de la población, no puede conducir. El proyecto de metro, que se debate desde la década de los años 2000, nunca se ha puesto en marcha, y los 1,5 millones de habitantes de Kuwait rehúyen la red de autobuses del país, única alternativa a un sistema centrado exclusivamente en el coche.
Jassim Al Awadhi se niega a buscar culpables y utiliza la educación como arma para destruir estereotipos. “Era la primera vez que subía a un autobús en Kuwait. Hasta hoy les tenía miedo: la iluminación me parecía tenue, no había aire acondicionado y no estaban limpios”, confiesa Raghad AlEnezi, de 23 años, tras un taller de iniciación al uso del autobús coorganizado por Jassim Al Awadhi para destacar las ventajas de la red de autobuses del país. En la playa de Al-Bidea, una treintena de jóvenes kuwaitíes limpian la zona por tercera vez este año.
“Muchos kuwaitíes, sobre todo los que no han estudiado en el extranjero, piensan que alguien limpiará esto después de ellos”, dice Ali Mohammad, de 25 años. “Para ellos, la naturaleza es un bosque verde, no nuestro ecosistema”, se lamenta. Pero Abdulrahman Ali, de 27 años, miembro del colectivo Trash Hero, confía: “Eliminaremos los malos hábitos de la gente, paso a paso. El cambio no se produce de la noche a la mañana”.
Cuando Abdulrahman Ali menciona el papel de la industria petroquímica en el tsunami de plásticos que inunda el Emirato, lo hace con una risa nerviosa. Casi el 93% de los ingresos del Gobierno kuwaití proceden de la industria petrolera y una amplia parte de los jóvenes del país apenas puede proyectarse más allá de la era del petróleo y los combustibles fósiles.
“Los niños kuwaitíes que nos visitan dicen que quieren que las exportaciones de petróleo continúen para siempre. Su única preocupación es saber si un día se acabarán y si podemos tener más petróleo”, explica Rawan Al Jabir, guía en la exposición permanente organizada por la empresa estatal Kuwait Oil Company, que explota los pozos petrollíferos.
Los niños kuwaitíes que nos visitan dicen que quieren que las exportaciones de petróleo continúen para siempre. Su única preocupación es saber si un día se acabarán y si podemos tener más petróleo.
Esta compañía tiene como objetivo contar la historia del oro negro al público, también a los jóvenes durante sus salidas escolares. Como en otros lugares, la verdad sale de la boca de los niños.
Forzar “algunos debates”
En el Parlamento kuwaití, único órgano legislativo de la región del Golfo capaz de influir en las políticas públicas, la cuestión ambiental está representada por Hamad Al Matar, jefe de la comisión sobre el tema. “El Gobierno debe hacer de la protección contra la contaminación del mar, la tierra y el aire una prioridad absoluta. De mí depende obligarle a ello”, ha afirmado. Aunque estos planteamientos críticos puedan expresarse más o menos, en realidad dejan a los votantes indiferentes.
“Nadie enseña a nuestros jóvenes cómo luchar contra el cambio climático, ni qué pueden hacer realmente para proteger el medio ambiente […] El resultado es una falta de interés por este problema”, lamenta. Un análisis que comparte Yagoub Yousif Al-Kandari, director del departamento de Estudios de Opinión Pública de la Universidad de Kuwait, quien añade que “muchos kuwaitíes no saben nada del cambio climático”.
La situación exaspera a Samia Alduaij, cofundadora de Reefs&Beyond, una iniciativa que pretende promover enfoques más sostenibles del consumo. “No hemos alcanzado una masa crítica que se sienta apelada, comprometida. Estoy a punto de volverme loca, es frustrante”, exclama, refiriéndose a la falta de interés por las energías renovables, que en 2022 representaron el 0,5% de la capacidad eléctrica del país.
Sin embargo, Reem Alawadhi se niega a rendirse. Esta activista ambiental convertida en profesora de la Universidad de Kuwait confiesa: “Algunos estudiantes vuelven a casa y hablan con sus familias y amigos. Así, al menos, se van creando algunos debates”. En este objetivo se centran los activistas de la región: educar para lograr deconstruir mejor la retórica de compañías como la petrolera de Kuwait.
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