La ONGD Terrachidia es la última incorporación a la red de Med-O-Med, paisajes culturales del Mediterráneo y Oriente Medio. Focalizada en África, Terrachidia trabaja por la protección del patrimonio cultural y medioambiental del continente, la formación en patrimonio cultural de su población y la preparación para la integración laboral. En este artículo, Marta Colmenares Fernández y Carmen Moreno Adán, miembros del equipo de Terrachidia, presentan la acción desarrollada en el marco del Proyecto de recuperación del Oasis de M’Hamid (Marruecos), galardonado con el premio Philippe Rotthier.
El oasis de M´Hamid es el último oasis del valle del Drâa, en el sur de Marruecos. La población se concentra en compactos pueblos amurallados, los ksur. Sombreadas calles y frescas viviendas generan hábilmente un microclima donde apenas pueden percibirse las temperaturas extremas y las tormentas de arena que azotan estos parajes. Los altos muros de tierra de estos pueblos no se levantaron únicamente por razones defensivas de las inclemencias meteorológicas, sino que también se debe a que por allí pasaban rutas comerciales entre el África Subsahariana y la cuenca mediterránea. Esta estratégica ruta caravanera descendía por el valle del Drâa hasta el oasis de M´hamid, “la puerta del desierto” donde se pertrechaban las caravanas para una larga travesía por el desierto hasta alcanzar las tierras que se conocían en aquel tiempo como Sudán. La relación entre ambas orillas del desierto sería siempre muy estrecha, dejando un importante poso cultural en el área que nos ocupa.
Los oasis son paisajes antrópicos, es decir, creados por el hombre para hacer habitable un territorio que, naturalmente, era hostil e imposibilitaba la sedentarización de la población. La estructura del oasis parte de un sistema de tres estratos vegetales en la distribución de los huertos: a nivel del suelo se encuentran los cultivos de hortalizas, forrajes y plantas aromáticas/medicinales; en un segundo nivel se definen los árboles frutales y en el nivel tercero se hallan las palmeras datileras con sus diversas variantes. Las palmeras son uno de los elementos característicos más importantes para los ecosistemas de los oasis, ya que proporcionan condiciones microclimáticas a otros cultivos, disminuyen la erosión provocada por la acción del viento y la evaporación a través de la sombra. Preservar este entorno vegetal se hace imprescindible para proteger y mantener la vida en el oasis, y este entorno es mantenido por la población local que cultiva sus huertos y palmerales.
Los Oasis del valle del Drâa representan el más puro ejemplo de una cultura propia de adaptación al medio físico donde paisaje y arquitectura constituyen un patrimonio de altísimo valor. Actualmente el Oasis de M´Hamid esta compuesto por un total de 12 ksur y un núcleo urbano nuevo, M´Hamid Centro. En total habitan unas 7500 personas.
Transformación económica y social de la región
En las últimas décadas la población de estos oasis ha visto transformada su actividad económica que se ha encaminado hacia el turismo, el cual se ha instalado en los núcleos urbanos como nueva forma de relación social con el medio natural y, por tanto, como potente actividad económica. Los habitantes abandonan los ksur y se instalan en las áreas urbanas de nueva creación, que son los puntos de partida de las rutas hacia el Desierto del Sáhara y que ofrecen una actividad alternativa en la región. Además, la disminución de las tierras cultivables y la pérdida de superficie de palmerales están poniendo en riesgo el servicio ambiental que éstas hacen en la lucha contra el avance del desierto.
Este patrimonio cultural amenazado por los grandes cambios sociales, económicos y climáticos a los que nos hemos enfrentado en la región mediterránea en las últimas décadas, ha tenido un claras consecuencias en esta zona de gran fragilidad medioambiental.
La pandemia del COVID-19 ha tenido, además, un gran impacto en el empleo, siendo el sector del turismo el más afectado. Esto ha puesto de manifiesto la necesidad de establecer nuevas formas de relacionarnos con el entorno y sus recursos y de crear asentamientos más resilientes y sostenibles, capaces de enfrentar la incertidumbre presente y los retos medioambientales futuros.
¿Puede ser la recuperación del paisaje y patrimonio cultural una herramienta de desarrollo que dé respuesta a estos retos?
La pregunta que cabría hacerse es: ¿puede ser la recuperación del paisaje y patrimonio cultural una herramienta de desarrollo que dé respuesta a estos retos?
Los ODS definidos en el Programa 2030 y aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 hacen un llamamiento a la protección del patrimonio cultural en su conjunto como una de las soluciones de futuro. Una vez superado el concepto de desarrollo como una mera noción de crecimiento económico, el reto pasa por idear un futuro basado en la equidad, la inclusión, la paz y la sostenibilidad del medio ambiente. Es aquí donde el patrimonio y la cultura juegan un papel importante, en cuanto a que son elementos impulsores y facilitadores de la consecución de los ODS.
Si agrupamos los ODS en torno a los tres pilares fundamentales del desarrollo sostenible –el económico, el social y el medioambiental– nos percatamos de que la cultura y la creatividad desempeñan un papel transversal en todos ellos.
La labor de Terrachidia
Desde la ONGD Terrachidia llevamos 10 años trabajando en proyectos de desarrollo vinculados al patrimonio cultural del norte de África. Impulsamos proyectos de desarrollo vinculados a lo local, al territorio y al paisaje cultural a través de la restauración de la arquitectura, la formación y la investigación.
Hemos desarrollado diferentes proyectos de restauración de espacios urbanos y elementos arquitectónicos e infraestructuras de agua y saneamiento. Hemos realizado 20 workshops internacionales donde se ha formado a más de 350 estudiantes procedentes de más de 20 países junto con jóvenes locales en la arquitectura y construcción tradicionales. Esta formación, además de ser una estrategia eficaz en el cuidado y conservación tanto del patrimonio local como del paisaje y del medio ambiente, es una herramienta que promueve la diversidad cultural y el diálogo intercultural.
Esta formación, además de ser una estrategia eficaz en el cuidado y conservación tanto del patrimonio local como del paisaje y del medio ambiente, es una herramienta que promueve la diversidad cultural y el diálogo intercultural.
Fortalecer la resiliencia territorial y socioeconómica de los ciudadanos pasa por crear oportunidades laborales y la respuesta la da el propio lugar. Las estrategias a seguir en los próximos años deben ser acordes con ese equilibrio económico-social-medioambiental al que nos apelan desde Naciones Unidas y sí, nuestras estrategias para los próximos años pasan por:
– Fomentar del empleo en jóvenes y mujeres mediante la formación en técnicas tradicionales de construcción y artesanía.
Se formará a jóvenes, de la mano de maestros locales, en trabajos de construcción así como mujeres artesanas en la elaboración, comercialización y venta de productos.
Dado que los pueblos están construidos enteramente en tierra, la formación de estos jóvenes supone una oportunidad de trabajo de cara al futuro en el sector de la construcción.
– Capacitación medioambiental- Resiliencia territorial
Para asegurar la sostenibilidad de la población en los ksur tradicionales es necesario contribuir a la lucha contra la erosión del territorio, pues de este modo se preserva la agricultura, una actividad fundamental para el ecosistema del oasis. Se harán trabajos de sensibilización y formación en gestión medioambiental.
-Formación a estudiantes en conservación del patrimonio cultural
Talleres de arquitectura y construcción como parte de un proyecto formativo basado en la puesta en valor el patrimonio local. Los estudiantes participarán durante 10 días tanto en los trabajos de restauración de la mezquita como en los de regeneración del entorno medioambiental del oasis.
Autoras: Marta Colmenares Fernández & Carmen Moreno Adán: Terrachidia
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