César Barba nos transporta, en este recorrido realizado para National Geographic, al sur de Marruecos, más allá de Marrakech y las montañas del Atlas, a la entrada del desierto del Sáhara. (fotos obtenidas de National Geographic Viajes)
Preludio de los fértiles oasis que salpican el desierto del Sáhara, la ciudad de Ouarzazate es un antiguo puesto caravanero convertido hoy en punto estratégico para algunas de las mejores visitas en el sur de Marruecos. Se accede en unas tres horas en coche desde Marrakech a través del collado de Tizi-n-Tichka (2.260 m), no sin antes pasar por una de las joyas de la zona, la kasba de Aït Benhaddú, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987 e inmortalizada en películas como Lawrence de Arabia e Indiana Jones.
Esta fortaleza de adobe domina el valle de Ounila y es uno de los más antiguos y grandiosos ksour (ciudades fortificadas) de Marruecos. Cerca de Ouarzazate nace el largo y fértil río Draa, que nada más iniciar su andadura atraviesa el macizo montañoso del Atlas, abriéndose paso a través de profundas gargantas. Al llegar a la ciudad de Agdz (a 70 km de Ouarzazate), el río aplaca sus fuerzas y da vida al valle del Draa, un auténtico vergel que se extiende a lo largo de 200 kilómetros, en contraste con las secas y rojizas montañas circundantes.
Oasis del río Draa
La carretera discurre por el valle del Draa entre huertos de hortalizas, plantaciones de frutales y alheña (henna), así como palmerales de los que salen los mejores dátiles del país. Junto al río aún pueden verse las presas, acequias y canales que construyeron las primitivas tribus nómadas, y que convirtieron el valle en uno de los más verdes del sur marroquí. Además de estos ingenios hidráulicos, la zona está salpicada de kasbas y ksour, algunos situados estratégicamente como defensa y otros, disimulados entre palmeras.
Al poco de superar Agdz surgen dos de estos imponentes monumentos de adobe: la kasba Aït Hamou Ou Said, que se eleva orgullosa por encima del valle, con el río serpenteando a sus pies, y el ksar de Tamnougalt, magníficamente restaurado y rodeado de murallas.
Camino del desierto
El viaje prosigue hacia el sur y a 90 kilómetros de Agdz alcanza la ciudad de Zagora, base para las excursiones en todoterreno que atraviesan el desierto. Conserva el famoso cartel que anuncia «Tombuctú, 52 días», aunque ya hace mucho tiempo que pasó por aquí la última caravana de camellos que tardaba ese tiempo en llegar a las orillas del Níger. A esta altura surgen las primeras dunas en Tinfou, que anuncian ya la inminencia del gran Sáhara.
La carretera finaliza en M’Hamid, aldea situada en el extremo sur del valle del Draa y en las mismas puertas del Sáhara. Desde este lugar las excursiones se internan en el desierto con un objetivo: las dunas de Erg Chigaga. Los recorridos en todoterreno o a lomos de dromedario se adentran en este mar de arenas ondulantes y proponen pasar la noche en una jaima, bajo un increíble manto de estrellas. Acompañados por guías de la zona se podrán descubrir los misterios del desierto y disfrutar de los majestuosos amaneceres desde lo alto de las dunas, un instante que perdurará para siempre en la memoria.
Fuente: National Geographic Viajes
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