Rubén Díaz, los artilugios de riego y un futuro para el Valle de Ricote

Muy cerca del Valle de Ricote, junto a un olivar donde cerca hay palmeras, desierto y silencio, está la casa donde vive y trabaja Rubén. En el interior de su hogar, donde charlamos, hay hoces, piedras, perros y hasta un burro en la puerta. Rubén apenas tiene 37 años, pero entre sus mejores amigos hay un puñado de ancianos que a veces le enseñan: “Yo soy joven pero anciano. La gente mayor sabe mucho. Las cosas que te enseñan no las puedes aprender de una biblioteca”, dice.

Rubén es ecologista, empresario. Con lo que sabe sobre tierra árida ha podido crear viveros en lugares como el Kurdistán iraquí, y se mueve con tanto aplomo que da la impresión de tener la cabeza y los pies muy asentados en la tierra. A lo largo de la tarde nos ha llevado a conocer la mayor noria en uso de Europa y el azud de Abanilla; nos ha llevado al lugar donde muere entre tubos el río Segura, y también a la finca de un hortelano que no desea que sus hijos hereden su pasión por la huerta. Mientras, Rubén me ha explicado cómo funcionan viejos artilugios de riego como la cenia, cuándo y cómo se poda y cosecha aquí.

Gracias a Rubén he sido un poco más consciente sobre la tendencia al abandono de la huerta y también acerca de cómo podría influir en este paisaje un riego por goteo generalizado: “El riego por goteo cambia la fisonomía del paisaje. Además es caro; cuando haya una inversión en este tipo de riego hará que se intente poner producción intensiva y aquí no es rentable. La solución es que el paisaje se mantenga como está y que se apueste por el turismo de calidad, la agricultura ecológica o las denominaciones de origen. El paisaje topográfico va a tardar en desaparecer pero se necesitan incentivos para que haya gente joven que se incorpore a este sistema productivo y lo mantenga”.

Tras varias horas de charla le pregunto qué le enseña a él esta tierra: “Los paisajes áridos son hostiles pero cuando le dedicas mucho esfuerzo consigues crear un lugar bello». Miro a nuestro alrededor y sí, siento una mezcla de sofoco y belleza.

Texto: Elena García Quevedo.

Fotos: Carlos Pérez Morales.

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