Al norte de Murcia, en la cuenca media del río Segura, se abre el Valle de Ricote. Los moriscos vivieron aquí hasta que en el siglo XVIII Felipe III decretó su expulsión; éste era su último rincón en la Península. Pero muchos se quedaron y permanece su legado: En el Valle de Ricote, mitad desierto y mitad vergel, hay quien se reconoce como descendiente de moros y las áridas montañas ascienden entre palmerales.
Aún quedan norias en uso, acequias y aljibes en un paisaje de frutales únicos que durante siglos mantuvo una rica economía agrícola regada por las aguas del Segura.
Sobre este paisaje pesa la amenaza del olvido, el cambio de sistema de riego y una política que muchas veces no tiene en cuenta este tesoro; también los efectos del boom de la construcción cuyas cicatrices están abiertas. Viajamos entre pueblos y gentes que muchas veces amenazan con abandonar la huerta.
Texto: Elena García Quevedo.
Fotos: Carlos Pérez Morales.
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