Una serie de escenografías cinematográficas y de ingenios olfativos muestran la gran riqueza de productos aromáticos de al-Andalus, en esta exposición itinerante creada por la Fundación de Cultura Islámica y la Fundación La Caixa.
Se llamó al-Andalus al territorio de la Península Ibérica (España y Portugal) que permaneció bajo gobierno y cultural musulmana a lo largo de ocho siglos (VIII-XV). Fue cultura que conoció una gran mezcla de pueblos y etnias (árabes, bereberes, hispano romanos y visigodos), y una estrecha convivencia entre religiones (musulmana, cristiana y hebrea).
Como consecuencia de todo ello, al-Andalus llegó a ser el país más culto y refinado de su época. Las artes y las ciencias (poesía, música, filosofía, medicina, matemáticas, astronomía) alcanzaron niveles de perfección con figuras como Ibn Hazm, Ibn al-Arabi o Averroes (Ibn Rusd). Desde la Europa central hacia al-Andalus llegaban numerosos estudiosos para aprender en Córdoba, su capital, las múltiples ciencias, conocimiento que, pasados unos siglos, sentaría las bases del Renacimiento europeo.
La refinada sociedad andalusí fue amante de los paisajes y los jardines, de ambientes perfumados y de comidas sazonadas. Este hedonismo se manifestó muy particularmente en un especial gusto por los cuidados estéticos corporales y por el cultivo de la poesía de temas florales, como un intento de plasmar literariamente la belleza contemplada en la naturaleza.
Esta inclinación por los productos aromáticos hizo que todo andalusí, cualquiera que fuera su nivel social, gustase de perfumarse y de aromatizar su comida con diferentes condimentos.
La ruta de las especias
Al no producir al-Andalus todos los productos olorosos, hubo que traer del lejano Oriente especias, plantas aromáticas y resinas de olor. Con ello, aumentó la demanda de estos productos en el mundo islámico y se abrieron caminos hacia los países donde se producían, a través de mares, ríos y desiertos, desafiando las dificultades geográficas e iniciando un activo comercio entre el Extremo Oriente y el Occidente, que marcó las rutas de las especias.
Después de mil vicisitudes, los productos aromáticos llegaban a al-Andalus invadiendo los funduqs (alhóndigas) en sus fardos de mercancías, y tras el pago de tributos se repartían por las tiendas de los zocos.
Los palacios, las mezquitas y las casas andalusíes se impregnaron entonces de los aromas de estos productos, que ardían en los pebeteros y sazonaban los alimentos.
Un asombroso paseo por la ciudad islámica
Esta herencia de al-Andalus, inédita hasta ahora y apenas perceptible, de perfumes, sonidos y sabores, imágenes y espacios que resultan familiares, subyace en la profundidad de nuestro inconsciente colectivo, esperando resurgir al producirse el estímulo del recuerdo.
Por eso era necesario, a lo largo de esta exposición, entrar en la ciudad islámica y captar su pulso a través de diferentes ambientes por los que deambular oliendo y escuchando los sonidos más característicos: El Zoco, la Mezquita, la Casa y el Jardín.
Comisario: Cherif Abderrahman Jah, Presidente de la Fundación de Cultura Islámica.
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