La farmacopea es una de las ciencias que alcanzó mayor desarrollo en al-Andalus. En las complejas recetas compuestas se pone de manifiesto la gran cantidad de elementos animales, minerales, además de resinas, semillas y hierbas que se conocían en la época. El Libro de la Almohada, del autor toledano del siglo XI Ibn Wafid, contiene numerosas recetas, auténticas precursoras de la homeopatía, que dan una idea de la cantidad de productos utilizados. Para elaborar este electuario de clavo, por ejemplo:
“Se toma una uqiyya y media de clavo, media uqiyya de galanga, un cuarto de uqiyya de jengibre, tres dirhames de pimienta larga, un dirham de nardo indio, nuez moscada, pelitre y costo dulce, respectivamente. Se tritura todo, se tamiza y se amasa con una cantidad tres veces superior a la del conjunto de miel sin espuma. De este preparado se bebe un mithgal”.
También aparecen en los recetarios y tratados de dietética de entonces el hinojo, el mastuerzo, la mejorana, el cártamo, la matricaria y la ruda, empleada en los rituales mágicos de algunas culturas. En el Dioscórides aparece un refrán que reza: “Si la mujer supiera las virtudes de la ruda, iría a buscarla a la luna”. Y es que esta hierba, como el perejil, regula la menstruación, siendo ligeramente abortiva si se abusa de ella.
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