No lejos del casco urbano de Faraján (del árabe farhān, lugar alegre), en la provincia de Málaga y en medio de paisaje de gran belleza y valor medioambiental, se conservan unos prodigiosos vestigios hidráulicos de origen andalusí.
Eva Iturbe – FUNCI
Se trata de unas acequias de canalización y distribución de aguas que fueron construidas y excavadas en la propia roca de origen kárstico en época andalusí por los pobladores musulmanes del antiguo asentamiento de Balastar, y formaban parte de todo un sistema de regadío destinado al aprovechamiento del abundante caudal que traía el arroyo homónimo.
Es sabido que el vocablo ‘acequia’, como tantas otras palabras españolas que tienen que ver con el manejo y la cultura del agua, procede del árabe sāqiya. Los árabes fueron verdaderos artistas en el trazado de acequias, y su forma de nombrar estos canales ha trascendido hasta nuestros días.
Según ha recogido José Antonio Castillo, Doctor en Geografía y Presidente del Instituto de estudios de Ronda y la Serranía, los pobladores bereberes musulmanes que colonizaron la Serranía de Ronda a partir del siglo VIII establecieron sus aldeas a media ladera, preferentemente cerca del contacto de los materiales permeables carbonatados con los silíceos impermeables, formalizando así la llamada “línea de rigidez” bajo la cual surgen las fuentes. Estas asegurarían el abastecimiento a personas y animales, y propiciarían la existencia de regadíos de ladera a partir de ese manantial.
La figura del alcalde del agua (el al-qādī al–miyah), normalmente recaía en una persona de confianza que podía ser un hortelano de prestigio.
La instalación, a veces compleja, requería de un diseño prefijado y controlado por alguna autoridad. En este sentido, destaca la figura del alcalde del agua (el al-qādī al–miyah), cargo que normalmente recaía en una persona de confianza que podía ser un hortelano de prestigio (también conocido en otras regiones como el alamín, del árabe al-amīn al-mā, el de confianza), cuya función era la de velar por el correcto uso del agua y el respeto por los turnos de riego. Además, esta figura era la encargada del mantenimiento y limpieza de las acequias y de dirimir los conflictos que pudieran surgir a causa del reparto del preciado bien. Este método propio del derecho consuetudinario era la versión local y humilde de la histórica institución valenciana del “Tribunal de las Aguas”, donde todas las disputas y violaciones de las leyes relativas al agua eran tratadas por un tribunal cuyos jueces eran elegidos por los propios agricultores.
Cabe destacar que la figura del alcalde del agua continúa vigente en algunas ciudades como Baza (Granada).
La importancia del regadío en la cultura islámica
Desde su implantación en la península ibérica en el siglo VII, la cultura musulmana prestó una especial importancia a las técnicas agrarias y de regadío. En sus comienzos, la civilización islámica no hizo sino resucitar, conservar, refinar y desarrollar una tecnología practicada desde muy antiguo en el ámbito del antiguo Próximo Oriente. Las técnicas de irrigación nabateas, iranias y babilónicas, conocidas a través de las ideas científicas de Grecia y practicadas por los romanos, fueron sintetizadas, desarrolladas y difundidas por los musulmanes. Estos introdujeron además elementos novedosos que les permitieron adoptar y adaptar a la orografía de sus nuevos asentamientos diversos medios y recursos técnicos para la prospección, captación, elevación, almacenamiento, distribución y uso de aguas en general. Esta red de almacenamiento abastecimiento y reparto hídrico fue el motor de una importante revolución agrícola en época medieval, con el cultivo de nuevas especies botánicas procedentes de Oriente y el Norte de África.
De la importancia de los sistemas hidráulicos implantados por los musulmanes en la península ibérica dan fe los arabismos relativos al agua que aún conservamos en español. Entre los vocablos de origen árabe destacaremos no solamente la acequia, sino el azud (as-sudd), la alberca (al-bīrka), la noria de corriente (al-nā’ūra), la aceña, o noria de tracción animal (al-sāniyya), los canales subterráneos (al-qanāt), las albuferas (al-buhayra), los aljibes (al-yˆibab) y muchos otros.
El agrosistema del travertino de Balastar
Volviendo al paisaje de Faraján, el paradigma de este tipo de espacios es el agrosistema del travertino de Balastar, que presenta un doble conjunto de bancales inscritos entre las curvas de nivel, incluso con algún molino intercalado, acompañados por el sonido y el frescor permanente de dos chorreras o cascadas que precipitan los sobrantes. La delicada, minuciosa y laboriosa configuración de este espacio irrigado, compartimentado hasta el microfundismo, es la muestra de un trabajo colectivo por parte de una comunidad que buscaba un uso racional del agua y de la tierra. Los turnos se establecían con prioridad para los hortelanos de la plataforma superior, y el sobrante se destinaba a los bancales inferiores.
Esta red de almacenamiento, abastecimiento y reparto hídrico fue el motor de una importante revolución agrícola en época medieval.
Actualmente, el paraje de Balastar sigue siendo una zona rica en recursos hídricos debido a la pervivencia de los regadíos de ladera, con pequeños manantiales y albercas. De este modo los vecinos de Faraján continúan haciendo uso de este sistema de irrigación refinado y productivo, con el que llevan el agua hasta sus pequeños huertos familiares.
El sistema de reparto de agua de Balastar merecería, sin lugar a dudas, una mención como monumento etnográfico o una figura similar. En torno a él se cultivan actualmente especies arbóreas entre las que constan nísperos, higueras, ciruelos, cerezos, melocotoneros, granados, naranjos, nogales, olivos y otros, que enriquecen, con su diversidad, aún más, si cabe, el portentoso paisaje. El agua, omnipresente, proporciona una sensación de frescor, orden y armonía, y los amplios horizontes que se abren hacia el Sur se ven salpicados por los taludes floridos que los agricultores añaden a este pequeño paraíso vegetal.
Fuente: mundoislam.com
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