Eva Iturbe – Med-O-Med
La huerta valenciana es una singularidad. Conformada a partir del sistema de acequias que legaron los musulmanes, se ha mantenido a lo largo de los siglos a pesar de la presión de los 1,2 millones de habitantes de la ciudad y de su área metropolitana. Su extensión se ha reducido mucho con el tiempo y sobre ella siempre cierne la amenaza de la especulación y las infraestructuras, pero aún conserva su notable patrimonio histórico, agrícola y paisajístico. No en vano, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha declarado recientemente el Regadío histórico de l’Horta de València como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM). La figura SIPAM fue creada por la FAO en 2002 para promover y garantizar el futuro de sistemas agrícolas tradicionales que han modelado «paisajes estéticamente impresionantes y que combina la biodiversidad agrícola con ecosistemas resilientes y un valioso patrimonio cultural».
La huerta valenciana es una singularidad. Conformada a partir del sistema de acequias que legaron los musulmanes, se ha mantenido a lo largo de los siglos a pesar de la presión de los 1,2 millones de habitantes de la ciudad y de su área metropolitana.
El particular paisaje de la huerta valenciana, compuesto por campos de cultivo, canales de agua, caminos rurales y edificios tradicionales (barracas y alquerías) y también por el Parque Natural de la Albufera, «ha sido conformado por un sistema de irrigación que se abastece del río Turia y hunde sus raíces en la herencia árabe». Se trata de un sistema de regadíos que ha ido diseñándose durante siglos.
Modelo de sostenibilidad, autosuficiencia y soberanía alimentaria, la huerta valenciana ayuda a regular el clima y genera un anillo biodiversidad, aireación y flujo del agua. De hecho el área metropolitana de Valencia es la única en el ámbito europeo que todavía dispone de un anillo agrícola periurbano. Sin embargo se encuentra gravemente amenazada, ya que a lo largo del siglo XX la mitad de la huerta ha sido destruida. Los gobiernos han priorizado la expansión urbanística, turística e industrial, las infraestructuras masivas y la especulación inmobiliaria.
La desaparición de un bien patrimonial de finales del siglo XVIII
El Horno de Barraca era una alquería centenaria, situada entre la huerta de Valencia y Alboraya. Cuando el estado decidió que había que ampliar la carretera V-21, sin consultar a nadie, impusieron la destrucción de 64.000 metros cuadrados de la mejor huerta productiva. Y, por supuesto, de sus alquerías.
Durante años los activistas han defendido trazados alternativos a la carretera. Han protestado, escrito artículos y diseñado propuestas, pero el poder no les escuchó. Hartos, se plantaron, y durante días pararon las máquinas, generando un amplio apoyo y abriendo el debate sobre el modelo de sociedad que queremos. Como respuesta, el gobierno envió fuerzas de élite para desalojarlos de madrugada.
Modelo de sostenibilidad, autosuficiencia y soberanía alimentaria, la huerta valenciana ayuda a regular el clima y genera un anillo biodiversidad, aireación y flujo del agua.
Para contar esta historia se ha preparado un documental sobre la lucha en defensa de la huerta. Es la historia del Horno de Barraca, pero también la de la resistencia de Benimaclet y La Punta, de Alboraya y de todas las huertas. Y se ha contado desde los protagonistas: agricultores, vecinos, activistas y resistentes.
Se trata de una reflexión y un grito de futuro para abrir el necesario debate sobre la emergencia climática, la sostenibilidad y el futuro de nuestra tierra.
El documental “Per molt que bufe el vent”
“Por mucho que sople el viento no se apagan las estrellas” es un dicho popular valenciano que nos recuerda que, a pesar de todo, seguimos vivos y resistiendo. Por mucho que sople el viento está impulsado por el periodista y documentalista David Segarra, director de Sabios de la huerta y La Mola es nuestra. Fue uno de los fundadores del periódico El Avance en 1999, desde donde se hizo la crónica de las luchas por la huerta de La Punta y Benimaclet.
El proceso de documentación se ha hecho en coordinación con los movimientos en defensa de la huerta y del territorio. Además se puede colaborar con la financiación del documental a través de una campaña de micromecenazgo.
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