Mario Blázquez
14 de febrero de 2018
Según la leyenda árabe, cuando Dios creó al ser humano le sobraron dos porciones de tierra; con una creó al dromedario, y con la otra, la palmera datilera. Uno y otro son el milagro en un mundo hostil donde el viento transporta en sus ráfagas una cegadora arena fina, y el frío de la noche, tras un día de sol abrasador, hace estallar las piedras, convirtiéndolas en polvo.
El dromedario, también conocido como camello árabe (Camelus dromedarius), es originario de la península arábiga, y se distingue de su pariente asiático (Camelus ferus) por su pelaje, más corto, y por tener una joroba en lugar de dos. En la actualidad, los camellos dromedarios se distribuyen no solamente en Oriente Medio, sino en el norte de África e incluso en las islas Canarias y en otros puntos del globo.
Según la leyenda árabe, cuando Dios creó al ser humano le sobraron dos porciones de tierra; con una creó al dromedario, y con la otra, la palmera datilera.
Hubo un tiempo en que las distancias se medían por “jornadas a camello”. Así solía decirse: tal lugar está a diez jornadas a camello. De igual modo, el dromedario formaba parte de las dotes que los varones presentaban a su esposa en la ceremonia de matrimonio, y la riqueza se medía por el número de ejemplares que se poseían. Antiguamente, las caravanas podían alcanzar fácilmente los 10.000.
Un animal extraordinario
¿Es que no consideran cómo han sido creados los camélidos? Corán, 88-17
Y es que el camello es un animal extraordinario. Está hecho para resistir. Si lo observamos con detenimiento, encontraremos que no hay un animal en el planeta que pueda transportar una carga de hasta 450 kg durante días y días, sin beber agua y alimentándose tan solo de arbustos espinosos, o incluso sobrevivir sin apenas comida. Llegada la noche, rumia lo poco que haya comido, y en los días de escasez, consume la grasa que acumula en su joroba.
Contrariamente a lo que se cree, el dromedario no almacena agua en la joroba. En ocasiones se nutre de esa reserva de grasa, hasta el punto de que en épocas de extrema escasez casi desaparece del todo.
Su nariz tiene una musculatura que le permite cerrarla y abrirla a voluntad dependiendo de la arena que se acumula en el aire. En ella posee una extraordinaria mucosa capaz de retener hasta el 66 % de la humedad del aire.
“Y, ¡pueblo! Esta es la camella de Dios, que será signo para vosotros. ¡Dejadla que pazca en la tierra de Dios y no le hagáis mal!…” Corán, 11-64
Lo que más ansía un habitante del desierto es llegar a un oasis o encontrarse con un pozo de agua. Es entonces cuando el camello puede beber alrededor de 100 litros de agua en 10 minutos. Su panza se convierte de esta forma en un autentico depósito que el camello administrará durante sus largos recorridos.
Largas pestañas
No hay un animal más querido por un árabe que su camello, con sus largas pestañas, dispuestas como un poderoso filtro, o barrera contra la arena, esa boca que le presta un aspecto risueño y sonriente y ese andar “oscilante” que le ha hecho merecedor del apelativo de “cisne de las dunas”. Por lo demás, el dromedario es llamado en árabe “jamal”, de donde procede igualmente “jamil”, bonito, bello.
Tal es el amor que los árabes profesan a este mamífero, que cuando los gobiernos alertaron acerca del síndrome respiratorio “coronavirus”, se creó una campaña en las redes sociales en la que aparecían besando a sus camellos. De esta forma pretendían desmentir el peligro que, a decir de los científicos, suponían los camélidos en la transmisión de esta grave enfermedad.
Su nariz tiene una musculatura que le permite cerrarla y abrirla a voluntad dependiendo de la arena que se acumula en el aire. En ella posee una extraordinaria mucosa capaz de retener hasta el 66 % de la humedad del aire.
Por lo demás, los camellos tienen múltiples utilidades, además de servir como medio de transporte en el desierto. De ellos se aprovechan la lana, con la que se elaboran las tiendas, o jaimas, así como la leche y la carne, que se consume generalmente seca.
Su aura de animal casi bendito se incrementó en la época del Profeta del islam. Su camella favorita, Qaswah, de hermoso pelaje blanco, fue elegida para realizar la hégira y entrar en la ciudad de Medina tras un largo peregrinaje. Al llegar, se abrió paso de forma elegante entre la multitud, que aclamaba al Profeta y rivalizaba en ofrecerle su casa. No queriendo ofender ni privilegiar a nadie, Muhammad dejó que Qaswah fuera guiada por Dios para que eligiera el lugar donde habría de construirse su nuevo aposento. Así hizo ella con gesto parsimonioso, tumbándose, y allí mismo se procedió a la construcción de la humilde vivienda y la mezquita destinada a la comunidad de creyentes.
El propio Corán menciona a esta camella en varias ocasiones, demostrando el grado que puede alcanzar un animal en el rango de la Creación.
“Y, ¡pueblo! Esta es la camella de Dios, que será signo para vosotros. ¡Dejadla que pazca en la tierra de Dios y no le hagáis mal!…” Corán, 11-64
Hoy, los todoterrenos que recorren los desiertos y la riqueza que ha generado el petróleo, han desbancado en gran medida a este mamífero, imprescindible de antiguo en la vida de los beduinos. Son pocas las caravanas que aún recorren largas distancias por los desiertos, pero la afición de los árabes por este animal sigue viva, y aún rodean de sus vidas de él, aunque sea de forma testimonial y simbólica.
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