Tristan Semiond – FUNCI
A unos 370 kilómetros al sur de Yemen, en medio del Mar de Arabia y no lejos de la entrada del Golfo de Adén -el punto de separación entre el continente africano (Cuerno de África-Somalia) y el asiático (península arábiga-Yemen)- se encuentra un legendario archipiélago llamado Socotra (en árabe e idioma mehri: سقطرى).
Este archipiélago se separó del continente africano hace unos 7 millones de años y ahora está a más de 100 kilómetros de la costa más cercana. Este aislamiento geográfico lo ha convertido en un lugar único a lo largo del tiempo.
Está integrado por cuatro islas y varios islotes rocosos. Su isla principal, que lleva el mismo nombre, tiene una extensión de 3.579 kilómetros cuadrados -en comparación, la isla de Tenerife tiene una superficie de 2.034 km²- y ofrece una variedad de paisajes excepcional, desde playas de arena blancas hasta llanuras desérticas o picos impresionantes como en la meseta de Dixsam, donde se encuentra su punto más alto: el monte Haghier (1.504 m).
Una isla mística y misteriosa
En el norte de la isla Socotra se pueden apreciar todavía pinturas rupestres en las paredes de la cueva Hoq, lo que nos permite saber que el archipiélago era una parada habitual de comerciantes provenientes de India, Etiopía y la península arábiga, que seguían las antiguas rutas comerciales marítimas de la región.
A pesar de todas las leyendas terroríficas que existían sobre ella, los comerciantes no dudaban en acudir a la isla atraídos por los recursos exóticos en su interior, sobre todo por su incienso, cuya fama alcanzaba Egipto, Grecia y Roma.
Para muchos historiadores y autores, la isla está asociada con diversos relatos míticos, influenciados por sus exóticos paisajes. Plinio el Viejo, escritor y naturalista romano, la introdujo como el lugar de origen del sagrado Fénix. Rebautizada más tarde como la “Isla de los Dragones” o la “Isla de los Genios (yinn)”, sus tierras son protagonistas de muchas historias de la mitología árabe.
En el norte de la isla Socotra se pueden apreciar todavía pinturas rupestres en las paredes de la cueva Hoq, lo que nos permite saber que el archipiélago era una parada habitual de comerciantes provenientes de India, Etiopía y la península arábiga.
Autores y viajeros como Marco Polo e Ibn Batûta también se refirieron a este misterioso lugar en sus obras como un lugar de ciencia, cuyos habitantes eran «los magos más eruditos del mundo»[1].
Inicialmente egipcio-bizantina, la isla fue luego colonizada por Portugal y el Reino Unido, para finalmente formar parte de Yemen en 1967.
Un lugar único con una biodiversidad excepcional
La isla de Socotra, que algunos llaman “las Galápagos del océano Indico”, es ahora conocida por su alta biodiversidad. Fue declarada Reserva de la Biosfera en 2003 y cinco años después fue también reconocida Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Forma también parte de las 200 zonas prioritarias definidas por el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza).
Debido a su posición geográfica completamente recluida, la isla desarrolló su propio ecosistema y, según los últimos estudios, de las 825 especies de plantas que se han registrado en Socotra, 307 son endémicas, lo que representa un 37% de las plantas. Además, algunos de estos tipos de plantas han permanecido inalterados durante 20 millones de años[2].
Muchas de estas especies vegetales son muy particulares e intrigantes, como el Dendrosicyos socotrana, única especie en las cucurbitáceas que crece en forma de árbol.
Además, el 90% de los reptiles y el 95% de los caracoles terrestres que allí habitan no se encuentran en ninguna otra parte del mundo. El archipiélago alberga también importantes poblaciones de aves terrestres y marinas. De las 192 variedades de pájaros existentes, 44 se reproducen en las islas y 85 son especies migratorias regulares[3].
Dentro de este increíble ecosistema, una especie vegetal destaca tanto por su importancia como por su singularidad, que las han hecho famosa: el Dracaena cinnabari, también llamado “árbol dragón” o «drago».
Dracaena cinnabari, uno de los árboles singulares del mundo
Dracaena cinnabari, o árbol dragón, es una especie que puede alcanzar hasta 12 metros de altura. Es fácilmente reconocible por su follaje perenne que crece de una forma distintiva. Sus hojas aparecen solamente en las puntas de sus ramas más jóvenes y apuntan todas hacia el cielo. Por eso, parece que este impresionante árbol lleva una corona verde apoyada en sus ramas.
Su aspecto no es una coincidencia, sino todo lo contrario, ya que la especie está perfectamente adaptada a su entorno natural y a las condiciones climáticas, muy áridas, en las que crece. Como bien sabemos, todo en la naturaleza tiene su utilidad, y en este caso su corona verde sirve para captar la lluvia, así como la humedad ambiente, con el fin de redirigirla hacia sus ramas y su tronco. De tal manera, reduce también la evaporación porque sus formidables hojas proporcionan la sombra necesaria para esta labor.
En Socotra las lluvias son escasas y se concentran de octubre a diciembre, mientras que los periodos de sequía se intensifican año tras año.
En Socotra las lluvias son escasas y se concentran de octubre a diciembre, mientras que los periodos de sequía se intensifican año tras año. En este contexto, el drago es esencial para la supervivencia de la fauna y la flora del archipiélago. Es además un refugio para los nidos de especies de aves endémicas de la isla, como el ratonero (Buteo socotraensis), el autillo (Otus socotranus) y el estornino (Onychognathus frater).
Un árbol reconocido desde la antigüedad por su resina
Además de ser muy importante para todo el ecosistema -muy frágil- de la isla, Dracaena cinnabari produce una resina -llamada sangre de dragón por su color rojo- que los habitantes de las islas (42.842, en 2004) utilizan en la medicina tradicional, así como para cosas cotidianas como pintar arcilla y cerámica, teñirse el pelo, maquillarse…
La isla de Socotra, que algunos llaman “las Galápagos del océano Indico”, fue declarada Reserva de la Biosfera en 2003 y cinco años después fue también reconocida Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La utilidad de esta resina era reconocida en toda la región, y por eso era comercializada en la antigüedad por los primeros habitantes de la isla y los comerciantes que pasaban por ella. Tenía un alto valor porque se cosechaba solamente una vez al año, transformándose a continuación en un polvo rojo que tras calentarse ofrecía una pasta muy apreciada. Incluso se dice que la resina roja del Dracaena cinnabari curó durante mucho tiempo las heridas de los gladiadores romanos.
Una especie amenazada por razones antrópicas
Sin embargo, a pesar de su lejanía, la isla no es inmune a las consecuencias del cambio climático y al impacto nocivo del ser humano sobre la naturaleza. Los últimos bosques de Dracaena cinnabari se hacen escasos y son llamados Firmihin que significa “mujeres” en socotri. Se encuentran todos en la meseta de Dixam y cuentan con alrededor de 28.000 árboles que tienen entre 500 y 1.000 años.
Una de las principales amenazas son los ciclones, que son cada vez más frecuentes. Uno de los más violentos, que azotó la región en 2015, arrancó unos 4.200 ejemplares -o sea, el 13% del bosque[4]– mientras que 18.000 personas fueron desplazadas[5]. El calentamiento global ha aumentado la frecuencia de los ciclones desde principios de la década del 2000 y algunos de ellos afectan al archipiélago fuera de la temporada de vientos fuertes (habitualmente entre mayo y junio).
Aunque es una amenaza real para los dragos, los ciclones no son la única causa de su gradual desaparición. Existe una amenaza más habitual y perjudicial para la supervivencia del árbol: el sobrepastoreo producido por las numerosas cabras y ovejas que andan libremente por la isla y pastan entre los brotes de las plantas impidiendo, de tal manera, la regeneración de los árboles dragón. Este problema es aún más grave debido a que se trata de una especie que tarda unos 100 años en alcanzar su edad adulta y ser capaz de reproducirse.
La protección de este patrimonio natural
Para conservar sus islas, las iniciativas de protección se han multiplicado en los últimos años; por ejemplo, se ha creado un vivero con decenas de brotes que permite protegerlas de las cabras.
Frente a este peligro, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ha clasificado el Dracaena cinnabari como especie “vulnerable” y la ha inluido en su Lista Roja de Especies Amenazadas. Según un estudio basado en fotografía aérea, su población ha disminuido de un 78% entre 1956 y 2017.
Sin embargo, a pesar de su lejanía, la isla no es inmune a las consecuencias del cambio climático y al impacto nocivo del ser humano sobre la naturaleza.
Existen también otras posibles amenazas futuras como el turismo insostenible o las especies invasoras. Los efectos de estas amenazas sobre la biodiversidad de Socotra deben ser vigiladas y controladas para evitar otro desastre ecológico.
Si el archipiélago sigue pudiendo mantenerse al margen del conflicto yemení, el ecoturismo basado en comunidades bien gestionadas podría convertirse en un impulso para la economía local. Por otro lado, si el desarrollo urbano está mal controlado, podría resultar desastroso para el medio ambiente.
Aunque el archipiélago sigue siendo un tesoro de biodiversidad, si no se hace nada para protegerlo, las especies emblemáticas podrían desaparecer en unas décadas[6]. Esto supone un problema muy importante para todos los habitantes de las islas, ya que menos vegetación significa más erosión del suelo y desprendimientos.
[A pesar de que] «Socotra es la única isla del mundo en la que no han desaparecido reptiles, aves o plantas en los últimos 100 años, tenemos que asegurarnos de que siga siendo así”
A pesar de que «Socotra es la única isla del mundo en la que no han desaparecido reptiles, aves o plantas en los últimos 100 años, tenemos que asegurarnos de que siga siendo así” explica el biólogo belga Kay Van Damme.
Por lo tanto, una estrategia de desarrollo sostenible parece esencial para garantizar los recursos humanos y financieros necesarios para la población, permitiendo al mismo tiempo la protección de una zona diversa e importante.
[1] Amel Boulakchour. « Socotra : une île mystérieuse », Patrimoinedorient.org, 02/03/2020.
[2] https://www.youtube.com/watch?v=mACW_relB4c
[3] UNESCO/ERI : Socotra
[4] Quentin Müller. « Dans l’océan indien, le dernier donjon de l’arbre Dragon ». Le Temps, 11/06/2021.
[5] LEON MCCARRON. « Peut-on encore sauver Socotra, l’archipel yéménite du « sang-dragon » ? ». National Geographic.
[6] « Socotra, un paradis naturel en danger ». L’Union, 10/06/2021.
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