El río Guaro atraviesa el molino de piedra rescatado por Paco Camacho a la ruina del tiempo. Huele a agua que corre, a piedra vieja y a frío. Estamos al pie de la Sierra de Alhama, entre la aldea de Guaro y la villa de Periana, en el molino de San Antón. Dentro, unas fotografías, un mobiliario antiguo y humilde en las alcobas, y un molino restaurado tienen algo tan cotidiano que, de pronto, me parece oler el trigo, la harina y el pan. Por gusto, por oficio y por necesidad, Paco ha dedicado años a restaurar el molino que hace no tanto era imprescindibles para comer cada día y que nadie conoce hoy. Camacho tiene 52 años, trabaja como maestro de adultos, y conoce las técnicas constructivas árabes y romanas porque su padre le enseñó. Hace un tiempo, cuando estuvo al borde de la muerte, se dio cuenta de que debía dejar al futuro lo que el pasado le había dejado. “Recuperar algo perdido te sale del alma, sale de lo más profundo de ti. Conservar lo heredado es el legado y es el deber”.
Paisaje de sierra
En torno al molino de San Antón el paisaje es de sierra y habla a quien sabe escuchar: Viejos bancales ascienden cargados de olivos y frutales, antiguos balates, pequeñas fincas, agua y monte. A última hora de la mañana Paco Camacho me ayuda a leerlo: “Aquí se aprovecharon los sistemas de cultivo de los árabes, los bancales para los trozos de tierra, el sistema de acequias. Los árabes venían del desierto y supieron sacarle todo el provecho a esta tierra. El agua es un bien escaso y ellos eran maestros. Además, hacían las casas con materiales pobres porque era su forma de construir; con poco hacían mucho. Lo importante no es montarse castillos en el aire, lo importante es sacarle belleza a lo que hay. Los árabes fueron felices con lo que había y sacaron el máximo provecho.“
Mientras nos alejamos del molino de San Antón alguien me dice que durante muchos años Paco tuvo frente a si la incomprensión activa de algunos vecinos. Me cuentan que fueron años duros.
El molino hidráulico aprovecha la fuerza del agua para mover una rueda que pone en funcionamiento un eje de rotación. El agua se deriva a través de una acequia desde el río hasta el estanque, desde allí sale en vertical hasta una cámara abovedada donde el conducto se estrecha y logra una presión suficiente para mover la rueda giratoria que hace girar todo el sistema.
Todos los pueblos tenían molinos para moler el trigo y hacer la harina del pan.
Texto: Elena García Quevedo.
Fotos: Carlos Pérez Morales.
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