Un poema de Hāzim al-Qarṭāyannī

El poeta de Cartagena (siglo XIII), expresaba sus idílicas vivencias murcianas en evocadores paisajes identificados por la toponimia:

Con tanto amor, amigo mío, amé el jardín que era mi tierra, que, lejos de ella,
muere mi corazón.
Esa tierra, remanso donde los ríos vienen a descansar, es la tierra de Murcia, lugar de mi esparcimiento y morada de mis alegrías.
¡Cuán agradable me era fondear en tus orillas!
¡Cuánto regocijo hallaba, y cuánta paz, en medio de tus arrayanes!
¡Cómo recuerdo la corriente de tu río, cuando la contemplaba desde aquella ribera
sobre la que se alza el puente de Waḍḍāḥ!
Toda hermosura tenía sitio junto a tus aguas, entre Tabayra y Sabbāḥ.
Allí, caminando de un lado para otro, setenta millas recorríamos, entre puentes y
bajo frondosísimos árboles.
Es un paraíso donde corren ríos de agua, vino, leche y miel;
donde todos los placeres se dan cita;
el ver y oír cosas agradables,
las comidas, bebidas y perfumes,
las veladas de placer, el departir en las madrazas y en las tertulias literarias,
el amor …
El tiempo es como una fiesta continua;
las noches, como noches de bodas;
la vida un ensueño permanente

El tiempo se repartía según las estaciones,
trasladándose de un lugar a otro,
como las estrellas errantes en el cielo.
El invierno se pasaba en Cartagena,
resguardada de los vientos por los altos montes, junto al mar.
El verano en la fértil vega de Murcia,
a la sombra de los árboles cuajados de frutos,
entre alcázares y puentes.
La primavera en los campos, prados y colinas regados por las primeras lluvias.
El otoño en los baños termales, de los que tanto goza el Levante español

Vemos las dos colinas que bordean el río Segura,
como dos amigos que queriendo abrazarse
y no pudiendo hacerlo, lloran de tristeza
formando con sus lágrimas la corriente

Donde las innumerables norias giran como adargas movidas en la batalla
por los guerreros enlorigados que son las acequias rizadas por el viento …
Y ahora nuestras miradas contemplan jardines rodeados de acequias y estanques.
Va desapareciendo el sol del atardecer, hasta que no se ve más que el borde de su
corona.
Pero entonces alumbra nuestros ojos el resplandor de Qubbas (la fuente de Cubas),
cuya luz nos indica el camino

¡Oh, Murcia, cuánta gente dulce y dichosa hay entre tus arrayanes!
¡Y cuánto sosiego!
¡Cómo recuerdo la corriente de tu río alejándose de ti;
o el puente de Waḍḍāḥ, que contemplaba desde la orilla elevada, aguas arriba!

 

Fuente:

Martínez Martínez, M. (2015). La Murcia andalusí (711‑1243). Vida cotidiana (Annales Academiæ Scientiarum Fennicæ, Humaniora, Nº 373). Academia de Ciencias y Letras de Finlandia. https://medievalistas.es/wp-content/uploads/attachments/01169.pdf

Foto de portada © La Verdad

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