La Región de Murcia es una de las zonas más secas de España y así lo corrobora el balance hidrológico realizado por los expertos. Este se calcula restando a los datos sobre precipitaciones proporcionados por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) la cantidad de agua que desaparece a través de la evapotranspiración. En otras palabras, en Murcia se evapora más agua de la que llueve. Sin embargo, hay rincones, como el Valle de Ricote, que se convierten con el manejo adecuado del agua en burbujas de verdor y belleza paisajística.
Y es que, desde la Antigüedad, se han desarrollado sistemas hidráulicos aplicados por sus constructores para cubrir las necesidades de conducción y abastecimiento de agua en la región. Las aportaciones más importantes llegaron de manos de los musulmanes, que introdujeron una cultura muy ligada al cultivo de la tierra y al agua como elemento presente en todos los aspectos de la vida. Aunque existían estructuras previas a su llegada, concebidas por sus antecesores romanos, fueron los andalusíes quienes desarrollaron avances clave para la expansión agraria, y extendieron el regadío hasta perímetros nunca alcanzados. Además, sus sistemas perduraron durante los siglos posteriores, de forma que algunos de sus ingenios y construcciones han llegado hasta nuestros días.
Vega Media del Segura
Tras la fundación de la ciudad de Murcia por Abderramán II en torno al 825, se creó una impresionante infraestructura hidráulica para toda la Vega Media del Segura, y en los textos de geógrafos árabes medievales como al-Himyari (siglo XV) se describen canales de conducción y construcciones que podemos observar aún hoy. De hecho, la red de riego tradicional de la Huerta de Murcia se vertebra en torno a dos acequias: la Acequia Mayor Alguibla abastece la zona norte y la Acequia Mayor Aljufia riega la parte sur. Ambas recorrían la Murcia medieval por la parte externa de las murallas de la medina, consiguiendo el desarrollo del conocido como arrabal de la Arrixaca. Fue concretamente en esta zona donde las grandes familias andalusíes establecieron sus almunias, o fincas campestres, gracias al acceso a los recursos hidráulicos. Esto propició una transformación y embellecimiento del paisaje, que a pesar de la aridez propia de este latitud, se transformó en una sucesión de huertas y jardines feraces de semblante casi oriental.
Las aportaciones más importantes llegaron de manos de los musulmanes, que introdujeron una cultura muy ligada al cultivo de la tierra y al agua como elemento presente en todos los aspectos de la vida.
Los elementos característicos de la red hidráulica murciana son los tablachos, que cortan la corriente de agua para la limpieza de la acequia. Así mismo, los molinos, situados sobre las acequias o el río para aprovechar su fuerza, y las norias. Sin embargo, los musulmanes no solamente construyeron acueductos, canales subterráneos (qanats), cisternas, albercas y acequias para hacer llegar el agua a casas, baños y jardines, sino que fueron un paso más lejos confiriendo a las huertas murcianas la fisionomía que mantienen actualmente.
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