Los vocablos Hadiqah, riyad, yanna, raudah, se refieren, en árabe, al jardín en su concepción clásica, con distintas connotaciones, mientras que bustan, munia, ruzafa, buhaira y ‘ars, denominan las grandes propiedades generalmente periurbanas de carácter agrícola o de recreo. Estos y otros términos indican la abundancia de acepciones que puede llegar a tener el jardín en la tradición islámica.
Para los musulmanes el jardín es ante todo la concentración de los elementos de la Creación; la Creación entera es un jardín. En él están contenidos todos los parámetros de la floreciente civilización islámica: estética, matemática, arquitectura, espiritualidad, poesía, aclimatación botánica, ingeniería hidráulica, biodiversidad… Pero también está contenido el secreto del Islam, y todos los estados de esta vida y de la otra: la contemplación, el sosiego, la gratitud, la convivencia, la sensualidad, y hasta el descanso eterno.
No cabe duda de que en su configuración, el jardín islámico ha recibido numerosas influencias culturales a lo largo de los siglos, en especial provenientes de las civilizaciones nabatea y persa. Sin embargo, es erróneo pensar que el jardín islámico debe su núcleo espiritual y conceptual a concepciones ajenas.
Así, la importancia del agua, de las fragancias, de la sombra, de los frutos al alcance de la mano y de la existencia de elementos arquitectónicos de asueto como pabellones y quioscos, no responde a un mero capricho estético, sino a toda una rica cosmología retratada con minucia en el Libro Sagrado, las tradiciones del Profeta y los tratados sufíes.
El Jardín del Paraíso
No cabe duda de que la idea del jardín como representación del jardín espiritual, o Paraíso, no es nueva. Así, 2.700 años a.C los babilonios describieron su jardín paraíso en el poema épico de Gilgamesh: «En estos jardines inmortales se yergue un árbol… este árbol está situado junto a una fuente sagrada». También es notable la importancia de la simbología del jardín en el Génesis, aunque tal vez fueron los persas quienes más resaltaron la espiritualidad del jardín, siendo los precursores del arte paisajista en el mundo islámico. En el Corán lo vemos mencionado no menos de en 120 ocasiones, desde distintas acepciones:
«Quienes obedezcan a Dios y a Su Enviado, Él les introducirá en Jardines debajo de los cuales fluyen ríos, en los que estarán eternamente» (4-13).
El Jardín con mayúsculas también aparece de forma frecuente en la Sunna del Profeta. En un hadiz dijo el Mensajero de Allah: «Lo que más hará entrar a la gente en el Jardín son la conciencia de Allah y el buen carácter».
No obstante, el jardín en su vertiente espiritual, no se circunscribe en el Islam a una mera recreación y recuerdo del Jardín del Más Allá. El jardín está asociado también a la muerte, o descanso eterno, como lo demuestra el nombre que recibe el cementerio, rauda –una de las denominaciones del jardín. También se relaciona con el florecer espiritual del ser humano, como se aprecia en el término Raudiyah, o disciplina para educar el alma hasta que se convierta en un jardín fragante que ofrezca sus flores y sus frutos a los demás.
Por ello, no es infrecuente que los musulmanes hablando entre ellos utilicen el término «ganarse el Jardín». Término que todos asocian con la recompensa espiritual ante la búsqueda de perfección en el comportamiento.
Cherif Abderrahman Jah
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