Con sus espigas moradas, la lavanda seduce a las abejas y a las personas, cuando la contemplan en esos surcos rectilíneos interminables, como mares ondulantes de color violeta. La lavanda es la reina del aroma. Lo saben bien en Francia, en Grasse, la capital del perfume, donde se cultiva junto a jazmines, mirtos y rosas, y donde es el ingrediente fundamental de aceites, colonias y jabones. También en Brihuega, la Alcarria, que cada año organiza un atractivo Festival de la Lavanda, con ocasión de su recogida.
En la lavanda todo es bueno; proporciona bienestar emocional y reduce el stress. Junto a la almohada, su perfume nos ayuda a conciliar el sueño, y tomada en infusión calma los nervios y alivia las infecciones urinarias y ginecológicas. Es un poderoso ahuyentador de polillas e insectos de los armarios, así como repelente de parásitos en los animales domésticos y en las personas.
El perfume en la tradición islámica
En época de Al-Andalus, la perfumería se extendió al resto de Europa. Los musulmanes nos enseñaron técnicas de cultivo de flores y hierbas aromáticas de los que luego extrajeron aceites esenciales mediante el alambique. También abrieron rutas comerciales hacia Oriente con el fin de buscar maderas, resinas, especias y productos de origen animal aptos para la fabricación de fragancias.
El Profeta del Islam, gran amante de la higiene y los perfumes, fue imitado por sus compañeros y por las generaciones venideras, que perpetuaron este gusto por lor aromas. En relación a Al-Andalus, vemos cómo la lavanda –al-juzama, de ahí la voz alhucema- se utilizaba, desde sus diferentes especies (Lavandula latifolia Villars, Lavandula officinalis, Lavandula lanata Boiss) en diversos emplastos, en concreto en uno en que la mezclaban con nardo indio, juncia, cantueso, costo, nuez de agalla y arrayán, con el fin de fortalecer el cerebro. El célebre geópono sevillano Ibn Al-Awwam, en su Libro de Agricultura, comenta que los persas la cultivaban en abundancia pues aseveraban que mirando su flor el ánimo se alegra y desaparece la tristeza. También servía para aderezar asados de carne y en la preparación de ciertas salsas, como se aprecia en el tratado de cocina hispano magrebí de época almohade traducido por el arabista Ambrosio Huici Miranda.
Miel y lociones capilares
El uso de esta maravillosa planta mediterránea se extiende también a la producción de miel. Cultivándola en los jardines, se contribuye no solamente e embellecerlos y hacerlos fragantes, sino a prolongar la amenazada vida de las abejas y a polinizar árboles y determinadas hortalizas. En época de resfriados, la lavanda es eficaz para las afecciones respiratorias, preparada en infusión. También sirve como antinflamatorio en su forma de aceite, mientras que empleada como loción capilar después del lavado, deja el cabello sedoso y brillante.
En Oriente, algunos árabes añaden unos granos en la preparación de sus tés, lo que les confiere un sabor extraordinario.
Mario Blázquez
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