Dejamos atrás La Axarquía, y la montaña escalonada con balates en ruinas me devuelve la imagen de lo aprendido; también las huertas, los frutales del trópico y hasta los hoteles que como dados pueblan la costa.
El municipio de Vélez Málaga queda atrás y tengo el recuerdo de las voces sabias que me han dicho que la tierra es algo más que suelo en el que construir, y la agricultura más que una industria rentable; pero también son eso.
Marcada por los precios abusivos de la tierra que ha subido por el turismo y la construcción, marcada también por la llegada de los invernaderos y los cultivos tropicales, la comarca se adapta a las exigencias de un mercado antojadizo y cambiante. Los sistemas de riego modernos dejan de lado el saber tradicional del manejo del agua pero aún quedan muchas acequias y gente que sabe cómo guiar el líquido elemento.
Aún hay -muy poca- gente que trabaja con la luna, que usa el saber antiguo y el moderno, que ha conseguido vivir bien de cultivar en un lugar turístico. Me llevo la diversidad del paisaje y de la cultura, la latente memoria morisca, el reto de hacer agricultura sostenible y rentable; el tenue sonido del agua.
Los bancales se caen pero hay huertas y frutales.
Texto: Elena García Quevedo.
Fotografía: Carlos Pérez Morales.
This post is available in: English Español