Marruecos – Rabat se viste de verde

Rabat se jacta de ser una ciudad verde. Sus veinte metros cuadrados de jardines por habitante -el doble de lo recomendado en las normativas internacionales- lo avalan. La capital de Marruecos, aun siendo de las menos visitadas por el turismo, y pese a su talante discreto, esconde no pocos atractivos, entre ellos sus bellos espacios verdes repartidos en 230 hectáreas, favorecidas por un clima de tipo atlántico, húmedo y temperado. Baste decir que está literalmente abrazada por el bosque de alcornoques de la Mamora, el mayor alcornocal del mundo, en recuperación tras las abundantes lluvias de los últimos dos años.

Además de visitar la alcazaba de los Udaya, que cae en picado sobre la ría del Bu Regreg, el alminar de la mezquita almohade de Hassan, o las ruinas de la necrópolis meriní de Chellah, el visitante se puede solazar en sus numerosos jardines y parques, que ofrecen un rincón para la calma.

EL JARDÍN BOTÁNICO DE ACLIMATACIÓN

Hacia 1914 el gran paisajista francés Jean Claude Nicolas Forestier creaba el Jardín de Aclimatación de Rabat (Jardin d’Essais Botaniques) sobre una superficie de alrededor de 17 hectáreas en pleno corazón de la capital del Reino Alauita. Hoy este jardín botánico situado en la Avenida de la Victoria, está en fase de rehabilitación y muestra 700 especies diferentes. Pronto abrirá sus puertas al público. Los rabatíes de cierta edad, que recuerdan con añoranza sus juegos infantiles entre ficus y esterlitzias, esperan con ansiedad su nueva puesta en escena.

En pendiente y escalonado, desde su extremo meridional se abarcaba antiguamente el mar, hoy difuminado por una línea de edificios blancos envueltos en una tenue capa de bruma. La parte elevada está distribuida de forma simétrica en torno a un gran eje central con fuentes y rosaledas, a cuyos lados crecen grandes ejemplares de cicas, palmeras procedentes de diversas regiones del mundo, lo mismo que frutales, plantas trepadoras y crasuláceas que crean un ambiente árido y lunar. La parte inferior del jardín está dedicado a la labor científica, y en ella se ubicará el banco de semillas, un herbario, un museo de la agricultura y los invernaderos a rebosar de plantas tropicales. En él se esconde un jardín de estilo andalusí íntimo y ensoñador, y un pabellón neo morisco de sabor antiguo, ambos concebidos y recuperados en el ámbito del programa Med-O-Med.

LOS JARDINES EXÓTICOS DE BOUKNADEL

A mediados de siglo pasado, un francés loco por las plantas, Marcel François, decidió crear un jardín exótico en las inmediaciones de Rabat, de camino hacia Kenitra. El ingeniero hortícola cavó, rellenó y plantó hasta lograr un ecosistema anegado por el agua, y repleto de marismas y estanques con peces tropicales. Logró convertir un erial en una selva umbría y húmeda, en la que se dedicó sobre todo a introducir plantas acuáticas: su especialidad. A lo largo de sus viajes por el mundo, Perú, Congo, China, las Antillas, fue trayendo semillas y especies que aclimató en cuatro hectáreas y media, con una intención científica y hasta comercial, pero también lúdica, ya que las colecciones no seguían necesariamente una ordenación sistemática y rigurosa.

Hoy, los Jardines Exóticos de Bouknadel, tras ser recuperados, están abiertos al público. Tras dejar a un lado el agradable café moro donde sentarse a beber un té al arrullo de las fuentes, surgen, en un intrincado laberinto de senderos de tierra batida y grava, los jardines tupidos según dispuso su creador: por zonas geográficas, lo que no significa necesariamente que sus plantas se correspondan con ellas. Están rodeados de una pantalla de cipreses calvos, araucarias, ficus, palmeras y mimosas, que permite subsistir a ese ecosistema tropical en mitad de una tierra árida, próxima del litoral.

Una especie de pececillos, las gambusias, actúa como predadora de las larvas de mosquitos, lo que impide que proliferen en los innumerables charcos y estanques.

Pero además, son imprescindibles en esta visita vegetal por la capital de Marruecos, el Jardín Andalusí, de principios de siglo XX y situado junto a la Kasbah de los Udaya, y la reserva biológica de Sidi Bou Ghaba. Se trata de un humedal a unos 25 kilómetros de Rabat en dirección a Kenitra, rodeado de matorral mediterráneo y donde avistar las más raras aves acuáticas, pertenece al convenio de Ramsar http://www.ramsar.org. Con un poco de suerte y paciencia se podrá contemplar lechuza mora y la mayor colonia de cercetas pardillas del mundo. Un lujo que hoy se protege con celo.

Texto y fotos: Inés Eléxpuru

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