Que Sevilla, en el sur de España, es el universo del azulejo cerámico, es sabido. Ya en tiempos de al-Andalus, y en concreto en época almohade, la cerámica aparece de forma habitual como elemento decorativo en frisos y fachadas, y formando bonitos utensilios de cocina. Siglos más tarde (¡muchos, hablamos del XIX!) un ciudadano inglés llamado Charles Pickman, aprovechando la desamortización eclesiástica de Mendizábal y, de paso, que las posibilidades de negocio se implantaban en Andalucía, funda en 1941 en el interior del monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, una fábrica de cerámica, que habrá de durar hasta hoy.
Ya en tiempos de al-Andalus, y en concreto en época almohade, la cerámica aparece de forma habitual como elemento decorativo en frisos y fachadas, y formando bonitos utensilios de cocina.
Surgen entonces nuevos métodos y conceptos de trabajo, alejados de los tradicionales hornos de Triana, y se comienzan a emplear herramientas mecánicas como prensas de estampación y moldes.
Premios y medallas
La segunda mitad del siglo XIX es de gran esplendor para Pickman S.A., que recibe numerosos premios y medallas de oro en exposiciones internacionales: París (1856, 1867 y 1878), Londres (1862), Oporto (1865), Viena (1872), Sevilla (1858, 1929 y 1949), Barcelona (1888), Bayona (1864) y Filadelfia (1876).
Hoy, en la entrada de este recinto sevillano se ve un panel con toda clase de azulejos cerámicos, que van desde motivos entrelazados de estilo mudéjar hasta otros de tipo floral y vegetal con formas sinuosas modernistas.
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