Un paseo botánico por las pinturas del Museo del Prado

La naturaleza, ya hablemos de pintura o escultura, casi siempre ha sido una protagonista más en el arte para dotar de significación a las obras. Es lo que se puede comprobar en el libro El jardín del Prado (Espasa), escrito por el paisajista y profesor de jardinería Eduardo Barba Gómez. La pasión por su profesión le ha llevado a recorrer sala tras sala del Prado para catalogar todas las piezas expuestas que muestren algún detalle botánico.

El resultado de la investigación es una obra que aúna historia del arte y jardinería, dos aspectos a priori no relacionados, que acaban ensamblándose sin embargo a la perfección a través de las pinceladas de artistas como El Bosco, Zurbarán y Francisco de Goya, entre muchos otros.

Todas las especies seleccionadas están pensadas para que se puedan plantar en una pequeña maceta colocada en el balcón o en la ventana, para así, si lo queremos, poder llevarnos un pedazo de El jardín de las delicias a nuestra propia casa.

Seleccionamos algunas de las muchas plantas recopiladas por Eduardo Barba en su libro; entre ellas se encuentran la borraja, la aguileña, la rosa roja de boticarios, el lilo, el clavel y la malva.

El Jardín de las delicias, de El Bosco

Detalle de la borraja (el extremo de azul de la cola) en ‘El jardín de las delicias’. Foto: ElDiario.es

Aunque quizá sus detalles grotescos sean los más llamativos, podemos poner la lupa en muchas partes de El jardín de las delicias. Barba lo hizo en sus plantas y, por eso, dada la inmensidad de la obra de El Bosco, cuenta con más de un apartado dentro de su obra.

La primera de ellas es la borraja, que se encuentra en la esquina inferior izquierda de la tabla central. Ahí se puede ver a un hombre cargado con una fresa enorme a sus espaldas de la cual nace una gran cola, casi animalesca. Y es en ese punto, al final de ese rabo, donde nace la borraja de color azul cielo. Es una flor que, según Dioscórides, un médico de la Antigua Grecia, era capaz de alegrar a hombres y mujeres después de echar sus hojas en vino. Quizá fuera más por el efecto del alcohol que el de la propia planta, pero todavía hoy se conservan referencias de sus propiedades en aquellos que la consumía.

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Jose Antonio Luna – El Diario

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