Nuevos retos de los jardines botánicos

Las funciones de los jardines botánicos o de sus legítimos precursores han ido variando y ajustándose a las necesidades de una sociedad que interactúa con un medio natural.

La Agenda Internacional de Conservación en los Jardines Botánicos ha recogido de una manera precisa una serie de actividades en las que se encuadran los jardines botánicos reconocidos como tal:

  • Arboricultura
  • Planeación rural y urbana, localización de recurso y uso de la tierra
  • Biología de la conservación
  • Conservación y mantenimiento de cultivos
  • Dendrología
  • Desarrollo y mejoramiento de la capacidad comunitaria local y rural para la conservación
  • Programas de educación ambiental
  • Medición de impacto ambiental
  • Investigación etno biológica
  • Bancos de genéticos
  • Estudios de herbarios y taxonomía de las plantas
  • Investigación en horticultura
  • Capacitación en horticultura
  • Manejo integrado para control de pestes
  • Investigación en laboratorios, incluyendo el cultivo de plantas in vitro (Cultivo de tejidos)
  • Servicios de biblioteca y centros de información
  • Introducción y evaluación de nuevos recursos genéticos
  • Horticultura y floricultura ornamental
  • Reintroducción de plantas e investigación en restauración de hábitats
  • Disminución de la polución y programas de monitoreo
  • Recreación pública
  • Capacitación correctiva y terapia
  • Bancos de semillas y tejidos
  • Redes de trabajo y grupos de trabajo en conservación
  • Sistemática
  • Entrenamiento docente
  • Turismo
  • Investigación, conservación y manejo ex situ e in situ de plantas silvestres

La educación en los jardines botánicos de todo el mundo debe preparar a los individuos para los retos de las próximas décadas, revisando seriamente los mecanismos de desarrollo que existen actualmente. Agenda 21 (UNESCO 1992) sostiene que la única forma para asegurar un futuro más próspero es haciendo frente a las cuestiones ambientales y de desarrollo de una manera conjunta y equilibrada. Esto puede realizarse con eficacia en los jardines botánicos mediante la integración de la educación ambiental y la educación para el desarrollo.

Tal y como explica Huckle (1990): la Educación para el medioambiente consiste en transmitir al público las diversas tecnologías y organizaciones sociales capaces de proporcionar al ser humano una vida en armonía unos con otros y con el medio natural.

En lo que se refiere a Educación para el Desarrollo, la UNESCO considera que tiene por objeto ayudar a las personas a desarrollar las actitudes, habilidades y conocimientos para tomar decisiones en beneficio de ellos mismos y de otros, ahora y en el futuro, y para actuar sobre estas decisiones.

Teniendo en cuenta las definiciones anteriores es difícil pensar en la educación ambiental y la educación para el desarrollo como pertenecientes a campos distintos. El conocimiento global de la educación ambiental conduce inevitablemente a cuestiones de desarrollo.

La función de los Jardines Botánicos

Otra forma de estudiar el valor de los jardines botánicos es teniendo en cuenta su función en las sociedades actuales.

Además de embellecer las ciudades y servir como herramienta para la investigación y la conservación de la diversidad vegetal, los jardines botánicos pueden revestir un rol particular en el contexto de cultura y civilización islámicas, como de hecho lo han revestido durante siglos.

Los jardines como lugares de reflexión y progreso

La cultura islámica, desde sus fuentes sagradas y su producción espiritual y literaria, ha contemplado la naturaleza como un don divino y una fuente de reflexión y de desarrollo. Debido a su profundo respeto por la naturaleza, los musulmanes crearon a lo largo de la Historia bellos jardines para la contemplación y el disfrute, como se pueden aún contemplar en España, Siria, Turquía, Irán o el Magreb.

Los jardines con sus actividades y funciones suponen una herramienta para fomentar una corriente existente en el seno del mundo musulmán, aunque aún no muy extendida, de construcción de una Teología Islámica de la Naturaleza, como la han bautizado algunos, o un Islam Verde, desde ámbitos no solamente filosóficos, sino científicos. Este Islam Verde preconizaría el ecologismo como parte consistente de la creencia.

Aunque es cierto que muchos árabes y musulmanes pertenecen a organizaciones medio ambientales internacionales, todavía la mayoría de la calle arabo islámica percibe el conservacionismo como otra de las nociones impuestas por occidente, que pretendería impedir a los países musulmanes desarrollar su potencial económico. Por ello, urge integrar y divulgar los principios islámicos a las prácticas de conservación medioambiental en los países de mayoría musulmana. Del mismo modo, concienciar y reconciliar a los jóvenes musulmanes con sus raíces culturales, que lejos de dar la espalda al progreso, lo fomentan, al tiempo que promueven un uso y una gestión responsable de los recursos naturales.

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